The Corporation ¿Instituciones o psicópatas? – Documental

Título original: The Corporation | Ir al vídeo
Tema: Empresas. Evaluación 4.25/5.
Año 2003. Dur: 172′. Producido por Mark Achbar.
Web: http://www.thecorporation.com.

Las sociedades mercantiles o empresas (denominadas erróneamente como “corporaciones” en la versión es español) se crearon durante el siglo XIX como forma de propiedad de una actividad económica. Gracias a esta fórmula, un grupo de personas podían organizarse para obtener beneficios a través de instituciones jurídicamente independientes de quienes las controlan y de quienes trabajan en ellas. Este sencillo tecnicismo encierra una de las innovaciones legales que más radicalmente han transformado no sólo la economía humana, sino también las relaciones sociales y nuestro sistemas de valores.

La clave para comprender las repercusiones de esta innovación es el concepto de responsabilidad limitada, en virtud del cual, los propietarios de las empresas son capaces de eludir las responsabilidades de su actividades económicas, al quedar esta limitada a la empresa y, en el mejor de los casos, a sus administradores. Esta característica permite a las empresas generar riqueza para sus propietarios de forma mucho más eficaz, ya que cualquier cosa que se haga mal será responsabilidad de la empresa, que es un ente incorpóreo e inmortal accionado por personas reemplazables.

La combinación de responsabilidad limitada y búsqueda ilimitada de mayores beneficios convierte a las empresas, según alguno de los entrevistados, en una grave amenaza para nuestra superveniencia, ya que a las empresas sólo les preocupan los beneficios de sus accionistas, anteponiéndolos al bien público y al bienestar del resto de personas que se ven afectadas por ellas. Como reconoce en el documental la CEO de “The Body Shop”, “TODO el legítimo para la obtención de beneficios”.

Desde esta perspectiva, la consecuencia lógica de la limitación de responsabilidad es que este tipo de organizaciones tiendan a generar el máximo coste colateral que la sociedad les permita, o pueda asumir, para mejorar su cuenta de resultados: desde la explotación de mano de obra esclava, la contaminación del medio ambiente con residuos sin tratar, la comercialización de productos peligrosos y/o sin un estudio riguroso de sus efectos sobre la salud humana, la privatización de recursos naturales para convertirlos en mercancías, etc…

Las empresas como psicópatas

La mayor parte del documental está dedicada a repasar algunos ejemplos de estos efectos colaterales que producen las empresas al socializar los costes de su actividad con el fin de obtener el máximo beneficio. Temas que también son tratados por otros documentales de una forma más monográfica, y que sirven de muestra sobre cómo la empresa está en el origen de muchos problemas sociales modernos.

A partir de estos ejemplos, el documental traza un paralelismo entre el comportamiento de las empresas y el perfil clínico de un psicópata, caracterizado por:

  • Cruel indiferencia por los sentimientos de los demás.
  • Incapacidad para mantener relaciones duraderas – Deslocalizaciones, temporalidad.
  • Desprecio por la seguridad de los demás.- Comercialización de productos peligrosos para la salud o producción de daños medioambientales.
  • Mentir y engañar sistemáticamente a los demás para obtener un beneficio.
  • Incapacidad para sentirse culpable (la culpa es de otro).
  • Incapacidad para adaptarse a las normas sociales (salvo que sea rentable).

Un fiel reflejo de este diagnóstico es el testimonio de Charleton Brown, intermediario financiero que -con toda crudeza- expone las verdades incómodas del fundamentalismo de mercado: Las catástrofes traen oportunidades de negocio… los atentados del 11 de septiembre de 2001 permitieron que muchos se enriquecieran en el mercado del oro, la guerra del golfo disparó la rentabilidad del petroleo y, en general, los conflictos armados mejoran los beneficios en el comercio de materias primas. Como dicen en el documental, “cada vez que se tala un árbol, hay un vertido de crudo o se diagnostica un cancer, sube el PIB“.

El problema radica en que, desde la óptica de la empresa, toda decisión se evalúa exclusivamente desde una perspectiva económica y con el objetivo de maximizar el beneficio a corto plazo. Si el beneficio potencial compensa el riesgo que se corre, incumplir las leyes, vulnerar los derechos humanos o tomar cualquier otro tipo de decisión moralmente reprobable es opción estratégica; y mientras no se le atribuya un valor económico igual o superior a la propia actividad económica que se desarrolla, las empresas seguirán sin considerarán las implicaciones morales, sociales o medioambientales de sus acciones. Incluso si los propios trabajadores rechazan las prácticas de su empresa, se ven en la tesitura de cumplirlas para conservar sus empleos.

Es por esto que, sólo cuando el conocimiento de sus practicas empresariales genera rechazo entre los clientes -y una potencial merma de las ventas- aparece la preocupación por los “daños colaterales” que produce su actividad económica. Así nacieron las iniciativas de Responsabilidad Social Corporativa; que, aunque positivas, no son más que acciones de marketing que dedican una ínfima cantidad de los recursos de la empresa a lavar la mala imagen que producen el resto de sus actividades. Si a las empresas realmente les preocuparan los costes que externalizan hacia la sociedad, los reducirían, aunque ello supusiera una merma de su competitividad y/o beneficios

La apropiación de los bienes comunes

El afán de expansión de las empresas les lleva a invadir todos los ámbitos de la vida, y a querer apropiarse de todo lo que existe, llegando incluso a invadir aspectos de la vida que tradicionalmente se han mantenido fuera de la dinámica del mercado. Bajo la premisa de que la riqueza sólo se crea cuando se posee de forma privada, empresas y gobiernos se afanan en la parcelación de los bienes comunes amparándose en el discurso de las supuestas bondades de las privatizaciones, desregulaciones y libre comercio. Sin embargo, esta forma de actuar no crea riqueza, sino que la usurpa poniéndole una valla y declarando propiedad privada algo que es de todos, como pasa con la apropiación del conocimiento mediante el uso de patentes.

Algo similar ocurre con las instituciones públicas que ofrecen servicios fundamentales para la sociedad: se están transfiriendo sistemáticamente a manos privadas con la escusa de obtener una ganancia marginal de eficiencia en su funcionamiento. Sin embargo, esto no siempre se consigue y, cuando se logra, es a costa de un peor servicio o mayor coste para sufragar los beneficios, porque las empresas privadas no pueden funcionar con pérdidas. Es por eso que es necesario un sector público fuerte que pueda funcionar con pérdidas, de modo que garantice la prestación de ciertos servicios (educación, sanidad, acceso a suministros), pueda subvencionar sectores productivos dependientes, y mantener el empleo para reactivar el consumo durante las recesiones -en vez de limitarse a reducir plantilla para mantener la rentabilidad, o cerrar si no lo consigue.

Como ya se demostró en el caso de los bomberos privados (63′), hay ámbitos de la vida en que la gestión privada es contraproducente para todos. Hay cosas demasiado esenciales para el bien púbico como para que se consideren oportunidades de negocio, por eso es necesario tomar la decisión política de sacar este tipo de productos y servicios del mercado. Como se comenta en el documental, la esclavitud desapareció no porque dejara de ser rentable, sino porque se tomo la decisión política de que el ser humano no podía ser una mercancía ni una propiedad.

Además de abrir nuevos mercados -apropiándose de los bienes comunes- las empresas también invaden el espacio público para lograr sus objetivos. A la tradicional publicidad, se van añadiendo nuevas formas de relaciones públicas dirigidas a lograr que los consumidores compren sus productos. El grado de manipulación puede llegar a ser enorme, desde la publicidad que enseña a los niños como dar mejor la lata para a sus padres para que les compren lo que han visto en la tele, a la creación de manifestaciones tridimensionales de las marcas y los valores que personifican (“como disneyworld“), la publicidad encubierta (mensajes que no parecen publicidad ni que vayan dirigidos a nosotros), o la creación de grupos -presentados como expertos independientes- para la defensa de sus intereses.

El objetivo final es convertir a la población en consumidores mecánicos de productos que no necesitan, que se encuentren disociados unos de otros y llenen sus vidas satisfaciendo necesidades creadas por las empresas, desempeñando la función social que nos han asignado y viviendo según los valores que nos han inculcado (como que el transporte público es para quien no tenga más remedio). Si lo que hacen es ético o no, no les interesa: los publicistas (como todos) se limitan a hacer su trabajo.

Indiferencia hacia la democracia y los derechos humanos

La tercera parte de “The Corporation” repasa el largo historial de indiferencia hacia la democracia y vulneración de los derechos humanos de estas compañías, propiciado por el hecho de que las empresas no están integradas en el procesos democráticos, ni sometidas a ellos. Aunque, en teoría, las empresas deben cumplir las leyes, esto no garantiza que lo hagan, ni que -aun respetando los límites de la ley- las actividades que desarrollan no produzcan daños en otras personas y/o el medio ambiente.

Es de sobra conocida la estrecha cooperación entre la industria y los gobiernos, así como la capacidad que tienen las empresas para presionar a estos últimos de muy diferentes maneras. Independientemente de la forma de gobierno que adopte un Estado, en todos ellos la línea que separa a los responsables del sector público y del sector privado es muchas veces difusa, o directamente no existe; lo que ha llevado, en no pocas ocasiones, a que los gobiernos sean instrumentos en manos de los grandes empresarios locales y/o extranjeros.

Cuando las grandes transnacionales no han podido persuadir a los gobiernos para imponer políticas económicas “impopulares”, pero muy beneficiosas para ellas, no han dudado en financiar a otras opciones políticas más afines a sus intereses. Un ejemplo claro de este fenómeno es la ascensión del fascismo en Europa, que se produjo (en parte) gracias a la financiación y el apoyo mediático que estos grupos extremistas obtuvieron de las grandes empresas. Una vez alcanzado el poder, los gobiernos totalitarios “recompensaron” a quienes les apoyaron con una regulación que acallará las reivindicaciones sindicales, fortaleciera su control de los mercados y protegiera sus beneficios empresariales; todas ellas políticas gubernamentales muy positivas para la economía, como se ha demostrado con el milagro económico chino.

El recurso al golpe de estado es un caso clásico en el continente americano: Guatemala (1954), Chile (1973), Bolivia, Argentina y Brasil durante los años 1970, e incluso Honduras recientemente (2008). Sin embargo, el rechazo internacional hacia los gobiernos golpistas de sudamérica hizo que, a partir de la década de 1980, el control de los gobiernos democráticos empezara a ejercerse a través de organismos internacionales “neutrales” -como el Fondo Monetario internacional o el Banco Mundial- que imponían estrictos planes de ajuste y restructuración económica como requisito para acceder a los fondos necesarios para evitar la quiebra. Así ocurrió en Polonia (1989), Rusia después del colapso de la URSS, o Sudáfrica una vez finalizado el apartheid. Quedó claro que no era necesario un golpe de estado para obligar a un gobierno a reestructurar la gestión pública en beneficio de las empresas, basta con crear las condiciones necesarias (“crisis” o “emergencias”) para que no tenga otra opción, y la opinión pública acepte con resignación los cambios. Esta estrategia ha sido bautizada como “la doctrina del shock”.

Hacia la economía democrática

Como ya se ha visto, la empresa crea mucha riqueza para sus propietarios, pero lo hace apropiándose de los recursos naturales del planeta y explotando a los más débiles como mano de obra barata para transformar dichos recursos naturales de una forma derrochadora. Cuando encuentra trabas a sus planes de expansión económica no duda en subvertir el sistema legal y el principio democrático para que sirvan a sus intereses, hasta el extremo de que la ONU se empieza a plantear la necesidad de crear un tribunal para juzgar a multinacionales. Los daños que generan este tipo de organizaciones superan con creces los beneficios que obtienen unos pocos de ellas.

Para poner freno y reconducir los efectos perniciosos del dominio de las grandes conglomerados empresariales, el documental plantea como solución la democratización de la economía, es decir, someter a las empresas y a la economía al control democrático de los ciudadanos, de modo que estos puedan opinar sobre lo que pasa en los mercados, y tengan la capacidad de modular las actividades empresariales y financieras que les afectan directa o indirectamente.

Entre las medidas propuestas destacan -a mi entender- “despojar” a las empresas de su “derechos” como “personas” (jurídicas), la disolución de aquellas que incumplan reiteradamente la ley (ofreciendo a los trabajadores la posibilidad de reconvertirlas en cooperativas), o permitir que trabajadores y consumidores puedan participar en igualdad de condiciones en los consejos de administración donde se toman las decisiones que les afectan. Como dice Milton Friedman en el vídeo, “es necesario crear estructuras en el mercado que incentiven a las corporaciones a hacer lo correcto”.

En definitiva, se trata de poner a la empresa al servicio a la comunidad para satisfacer las necesidades de todos, en vez de permitir que sean las empresas las que utilicen a la sociedad para alcanzar el máximo lucro posible; algo que sólo será posible con gobiernos verdaderamente democráticos, al servicio de los ciudadanos y sometidos a su control, que sean capaces de impulsar cambios legislativos ambiciosos que permitan alcanzar estos objetivos. Es por esto que resulta fundamental recuperar el control sobre los gobiernos para hacer prevalecer, desde ellos, la lógica de la democracia sobre la lógica del mercado. Todo llegará… si nos esforzamos por que ocurra.

La reforma del IRPF favorece las rentas del capital sobre las del trabajo

Con motivo del inicio de la campaña de la renta he tenido ocasión de comprobar empíricamente como la reforma fiscal de 2007 favorece las rentas del capital sobre las del trabajo. Antes de la reforma del IRPF todos los ingresos del declarante estaban integrados en su base imponible, por la que se tributaba al tipo asignado al rango de ingresos correspondiente con los suyos. A partir de la reforma se “iguala el tratamiento a todos los tipos de ahorro” a través de su separación en una base imponible del ahorro, que tributa al 18% en todos los casos.

Gracias a esta medida, ya es fiscalmente más beneficioso dedicarse a negocios especulativos basados en el capital financiero que a negocios productivos basados en el trabajo, con las consecuencias que ello implica para nuestra economía y para nuestro modelo de convivencia.

Trabajar o especular, he ahí el dilema

A la hora de tributar, la cuantía a pagar varía sustancialmente dependiendo de la situación personal de cada uno. Por ello, para ejemplificar mi tesis, utilizaré un ejemplo, concreto aunque representativo, del funcionamiento de la base de ahorro. Para este simulacro fiscal utilizaré el caso de un hombre de 29 años, soltero, residente en Madrid, sin hijos ni mayores a su cargo, que vive en un piso alquilado cuyo alquiler no puede desgrabarse porque su casero no lo declara, y carece del resguardo del ingreso de la fianza en el IVIMA. En ambos casos los ingresos son los mismos: 50.000€ brutos al año. Lo único que cambia es la forma de obtenerlos.

Escenario 1: Trabajador por cuenta ajena.

Después de muchos años trabajando, nuestro hombre ha ascendido en el escalafón hasta ejecutivo de una gran multinacional, y obtenido un sueldo al nivel de sus capacidades. Todas las mañanas se levanta temprano para ir a trabajar, y suele quedarse por las tardes para impulsar los proyectos que se van quedando rezagados porque todavía le queda progresión en la empresa.

De los 50.000€ brutos que cobra le han retenido 12.000€ a cuenta del IRPF, y ha pagado 2.350€ de seguridad social. Al ir a hacer la declaración de la renta correspondiente al ejercicio 2007, le sale que su cuota total final es de 11.730.08€. Es decir, que su presión fiscal es del 23.46%, y el resultado de su declaración es a devolver 269,92€.

Captura del programa PADRE con el resultado de una declaración de la renta con unos ingresos de 50.000€ provenientes en exclusiva del trabajo por cuenta ajena

Escenario 2: Especulador de andar por casa

En el segundo caso nuestro hombre, sabedor de las implicaciones de las reformas fiscales realizadas en 2007, finalmente se ha convencido de que eso de trabajar es para ricos. La nueva base del ahorro, con una tributación plana al 18%, hace mucho más ventajoso fiscalmente vivir de las rentas que trabajando.

Gracias a un capital que tenía ahorrado y sus amplios conocimientos sobre mercados financieros, ha obtenido beneficios por importe de 50.000€: que si unos futuros sobre el petroleo, unos warrants por aquí, unos fondos asiáticos por allá, algunas acciones de empresas OPAdas… todo desde la comodidad de su casa gracias a la operativa por Internet.

Para no quedarse sin seguridad social ni jubilación, opta por darse de alta en autónomos y cotizar por la base mínima. Al no desarrollar ninguna actividad, no percibe ingresos de actividades económicas; aunque podría, porque los mercados sólo abren de 9 a 5 y con las ordenes condicionadas no necesita seguir las cotizaciones al segundo.

Al ir a hacer la declaración de la renta correspondiente al ejercicio 2007, le sale que su cuota total final es de 8.091€ (!). Es decir, que su presión fiscal es del 16.18%, y el resultado de su declaración es a pagar 6.530,55€. Incluso aunque el especulador aumentara su cotización a la Seguridad Social el resultado no variaría ni un céntimo.

Captura del programa PADRE con el resultado de una declaración de la renta con unos ingresos de 50.000€ provenientes en exclusiva de compra-venta de acciones

Balance

Como me consta que la mayoría de los lectores no creerán lo que leen, animo a los incrédulos a descargarse el programa de ayuda de la declaración de la renta (disponible sólo para windows), y a comparar una declaración de “trabajador por cuenta ajena” con una paralela en la que los ingresos brutos procedan únicamente de transmisiones de acciones (en la casilla 342) y/o de beneficios por compra-venta de inmuebles (en la casilla 360), en vez de provenir de retribuciones dinerarias (casilla 001 a 0).

En este ejemplo (50.000€), la diferencia entre especular y trabajar es de 3.639€ netos al año a favor de la primera opción. Conforme reducimos los ingresos totales, la diferencia entre ganar dinero trabajando y especulando se reduce, hasta alcanzar un punto de inflexión en torno a los 25.000€ brutos al año.

Por sus acciones los conoceréis

A la vista de los datos, parece que quienes verdaderamente se benefician de la nueva base del ahorro son precisamente los “contribuyentes con ingresos superiores a los 39.386 euros, que concentran el 62% del ahorro declarado. No sólo porque sean los que más fácilmente pueda acceder al ahorro, sino porque todo lo que ahorren tributará a un tipo que está por debajo del tipo mínimo de las rentas del trabajo (que es del 24%), y muy por debajo del que les correspondería tributar según sus ingresos totales (del 37% hasta 52.360 y del 43% a partir de esa cifra).

Con esta medida, el gobierno del Partido Socialista se descubre como el gran prestidigitador que es: capaz de combinar un discurso progresista con medidas que fomentan las desigualdades sociales. Demuestra también su capacidad para manipular a la ciudadanía con la ayuda de los medios de comunicación… aunque claro, seguramente todos los que deciden qué es noticia y cómo se cuenta cobran más de 39.386 euros brutos al año.

Esta medida no sólo reduce injustificadamente los ingresos con que el Estado sufraga servicios fundamentales para el bienestar de las personas, que aunque no se cobren hay que pagar, sino que favorece fiscalmente actividades que son el motor de las burbujas especulativas, que no sólo desestabilizan la economía sino que perjudican a amplios sectores de la población (encareciendo la energía, los alimentos y la vivienda, por citar tres ejemplos). Por todo ello, ya se ha propuesto la reintegración de los rendimientos del capital en la base imponible del IRPF, aunque dudo mucho que esta propuesta atraiga la atención de los medios de persuasión.