Al final, tendrás que luchar

La historia de la humanidad es la historia de unos pocos tratando de vivir de lujo a costa de los demás: chamanes, faraones, sacerdotes, patricios, clérigos, señores feudales, nobles, reyes, terratenientes, dictadores, tecnócratas, políticos, rentistas, empresarios, oligarcas… Sus historias son las que se cuentan, sus figuras las que se idolatran y sus conflictos los que padecemos el común de los mortales.

Los demás sólo somos el rebaño que esquilar, ordeñar y, eventualmente, sacrificar para mantener su modo de vida privilegiado. Nuestro papel en la sociedad se limita a producir los excedentes que consumen y acumulan, a renunciar a cualquier acción que perturbe el funcionamiento de los medios de apropiación de dichos excedentes, y a perpetuar el sistema engendrando a la siguiente generación de pringados.

Desde muy pequeños nos adoctrinan en las máximas de que la ley es justa y el mercado eficiente; en que nuestra organización social recompensa a cada uno en función de su esfuerzo, mérito y contribución al bienestar colectivo; en que vivimos en una democracia donde nuestro voto cuenta y nuestra voz se escucha y, sobre todo, en que la violencia siempre es mala, y que hay que renunciar a ella hasta cuando estamos siendo atacados.

Los beneficiarios de este sistema utilizan las escuelas y los medios de comunicación para enseñarnos a legitimar “el orden establecido”, que les sitúa a ellos en la cúspide de las estructuras de poder y dominación, y también a mantener la “paz social”, que hace posible su modo de vida privilegiado. Alcanzado este punto, sólo resta por superar un pequeño obstáculo para alcanzar la utopía: que quienes controlan el poder sean capaces de reprimir su propia codicia a niveles socialmente aceptables. Esto difícilmente puede lograrse por un periodo prolongado de tiempo.

¿Por qué? Pues porque como señala Montesquieu en “Del espíritu de las leyes“, el poder tiende de forma natural a expandirse si otro poder no le detiene. La idea que subyace a su pensamiento político se resume en la máxima de que para que no se pueda abusar del poder, es preciso que otro poder frene a ese primer poder. Y ese otro poder tienes que ser tú, nosotros, el rebaño. Pero como nuestro sistema social se ha construido sobre la base de incapacitar a la inmensa mayoría de la población para utilizar el poco poder del que se pueda dotar para frenar estos abusos, en la práctica no existe freno.

¿Que la vivienda está muy cara? No seas finolis y alquílate un trastero o un balcón. ¿Qué no hay trabajo? Hazte “emprendedor” como los Riders, o mejor, emigra y deja de dar por saco. ¿Qué te cobran el doble que hace 12 años por la electricidad? Es el mercado, amigo. ¿Cuantos productos que consumes han mejorado su relación calidad-precio “porque sí”? ¿a cuánta gente conoces que le hayan subido el sueldo “porque sí”?. ¿Te acuerdas cuando ser mileurista era una mierda y no una aspiración vital?… pues si te parece que estamos mal ahora, espérate a la siguiente vuelta de tuerca que está por llegar.

Porque siempre se puede estar peor y siempre se puede caer más bajo, sobre todo cuando alguien se va a beneficiar de ello y la filosofía vital de la mayoría de quienes van a sufrir las consecuencias es el “paso de follones”, “eso es muy difícil”, “no sirve para nada”, o el “mejor no te metas en política”. Cuando se deja campar a sus anchas a los poderes políticos, económicos y culturales la factura siempre nos acaba llegando en forma de recortes de derechos y libertades, deterioro de nuestra calidad de vida, peores servicios públicos y subidas de impuestos.

Hace poco salía una noticia de que las impresoras multifunción de una conocida marca no te permiten usar el escáner si te quedas sin tinta en alguno de los cartuchos. ¿No era suficiente vender la tinta a precio de sangre de unicornio e impedirte recargar los cartuchos por tu cuenta? Pues se ve que no. ¿Cómo es que se atreven a hacer semejante cosa, impensable hace unos años? Pues porque la gente sigue tragando con todo lo que les echan.

Igual que tragan con que les encierren ilegalmente porque hay una pandemia, con que les hayan cobrado durante décadas intereses e impuestos inconstitucionales y no les devuelvan el dinero, con que les impongan más y más impuestos porque no hay pan para tanto chorizo, con que los políticos incumplan sistemáticamente sus promesas electorales, con que ni siquiera se investiguen las responsabilidades de quienes abandonaron a su suerte a los ancianos que murieron en las residencias durante la primera ola.

Cuanto más tragues, más te darán a tragar… sobre todo si lo peor que les puede pasar es que te quejes mucho en redes sociales. E insisto, que aunque estemos mal, siempre podemos estar peor. Y lo estaremos si la sociedad no se planta y dice basta.

Mientras que quienes tenemos que actuar no actuemos, los beneficiarios de esta forma de organización social seguirán utilizando su poder para consolidar y expandir su privilegios. Aunque se oculte presentándolo como un conflicto ideológico y buscando chivos expiatorios, la realidad es que se trata de un problema sistémico, de desequilibrio de poder entre la sociedad y las élites políticas, culturales y económicas.

Una picadora de carne pica carne y nada más. Da igual que la picadora esté pintada con los colores de tu causa favorita, que quien la maneje prefiera picar otro tipo de carne o que le dedique la mejor de su sonrisas y le diga cosas bonitas a la carne mientras le da a la manivela. Al final, el resultado es el mismo.

Y aunque esta vez quizás no haya tocado a ti, mientras estés en el mostrador y la picadora funcionando corres el peligro de que al siguiente carnicero le parezcas una buena pieza. Sobre todo cuando la demanda de carne picada es infinita, porque igual que siempre se puede estar un poco peor, también siempre se puede vivir un poco mejor a costa de los demás, siempre se puede colocar a alguien más en tu red clientelar si lo van a pagar otros, y siempre se puede tener un poco más de poder si nadie trata de impedirlo.

Mientras no haya frenos y contrapesos al poder, cada vez se producirán más y más abusos en todas las esferas de la vida. Es tan inevitable, que casi podría decirse que es una ley universal del poder. Por eso es fundamental que existan no sólo mecanismos internos de auto-control, como los que propone la teoría clásica de la separación de los poderes del Estado, sino también externos, principalmente una ciudadanía crítica y beligerante con el Estado y las instituciones sociales en defensa de sus intereses.

Pero en España y en otros muchos países no tenemos ni lo uno ni lo otro, así que los agravios se siguen produciendo y la tensión acumulando hasta que la situación explote. Porque tan cierto como que el poder tiende a expandirse mientras no encuentre freno es que tus tragaderas tienen un limite, y lo acabarás alcanzado tarde o temprano si se sigue permitiendo que los poderes políticos, económicos y culturales campen a sus anchas. Es decir, si sigues dejándoles actuar sin hacer nada para contrarrestarlos.

Y cuando llegue ese día te vas a dar cuenta de dos cosas. La primera, que es mucho más difícil revertir las situaciones que se han tolerado durante años que prevenirlas antes de que se produzcan. Y la segunda, que ese día te encontrarás mucho más sólo y en una posición mucho más desesperada de la que estás ahora.

Cuando una relación de poder se altera, a la parte fortalecida le resulta más fácil emplear ese nuevo poder en su beneficio, y a la parte debilitada más difícil resistirse a futuros intentos de debilitarla aún más. Si esta dinámica se repite en una única dirección, el resultado es una espiral de crecientes abusos que nos conducen de forma irremediable a estallidos revolucionarios que reequilibren la situación e inicien un nuevo ciclo, o hacia una forma de gobierno totalitaria capaz de mantener a raya a la cada vez mayor masa de gente sin nada que perder.

Para no llegar a esa situación resulta fundamental que vivamos en pie de guerra permanente. No basta con manifestarse una vez al año o apuntarse a una asociación civil para figurar. Hay que coordinarse para hacer a diario acciones que socaven el sistema que nos perjudica, pequeñas o grandes; crear las circunstancias que cortocircuiten los medios de apropiación y dominación, plantear e implementar alternativas mejores a lo que hay y, sobre todo, responder siempre y en todo lugar a quienes atacan con su discurso la libertad de todos.

Van a por ti y a por cualquier cosa de valor que puedas tener. Llevan haciéndolo milenios. Por eso, es necesario que encontremos el tiempo, las fuerzas y los aliados para contrarrestar a estos poderes que quieren vivir a nuestra costa. Porque mientras haya quienes pretendan vivir a tu costa, quieras o no, te guste o no, al final tendrás que luchar por tu supervivencia y por tu libertad; por controlar al Estado y contra quines tienen intereses opuestos a ti. Lo único que puedes elegir es cuándo y en qué condiciones lo harás. Cuanto más tardes, más difícil va a ser. Así que la cuestión es ¿cuánto estás dispuesto a tragar antes de hacer algo al respecto?. No delegues en otros la salvaguarda de tu libertad o la acabarás perdiendo.

Echar a la Casta requiere que te voten hasta las abuelas

Lo decía muy bien Pablo Iglesias a lo largo de la noche electoral: PODEMOS no se ha puesto un techo electoral, nació ganar elecciones creando espacios de convergencia que permitan que tengamos un Gobierno democrático y que los partidos de la casta pasen a formar parte de la historia (dentro vídeo). A pesar de los excelentes resultados [de esta formación], las elecciones las ha ganado el PP, por lo que seguirá habiendo 6 millones de parados, más de 10 millones en situación de pobreza y desahucios todos los días.

Seguía después, ya en su discurso en la plaza del Reina Sofía (empieza en el minuto 54), diciendo que podemos, pero no podemos sólos; a lo que Monedero añadió que en esta causa no sobra nadie y que a nadie se le pide el carné, con estar en la lucha basta. Y es verdad, me consta que ni sobra nadie ni se piden carnés… ni falta que hace, puesto que es evidente de qué pie cojea este nuevo partido.

No se me escapa que la lucha por la Democracia hoy es una lucha contra las nuevas formas de fascismo, entendido como la imposición por el Estado de un modelo económico que redistribuye la riqueza de la población hacia las grandes empresas; ni que la existencia de dicho modelo económico en España hoy es parte del legado dejado por la Guerra Civil, pero tampoco olvido que para culminar una revolución democrática desde las urnas es necesario el apoyo electoral de esa mayoría silenciosa que se asusta fácilmente cuando se toca el tema del (anti)fascismo o la Guerra Civil.

La revolución electoral en ciernes depende de que el Frente Amplio que propone PODEMOS consiga el voto de los mismos que piensan que meterse en política es peligroso, de los que abiertamente te dicen que quieren que sean otros los que decidan por ellos, de los que han nacido y crecido en el franquismo, se creyeron la Transición y siguen informándose por la prensa… visto como funciona el sistema electoral, te tienen que votar hasta las abuelas. Gente que puede entender la fractura social que separa la casta del resto de la población, brecha que PODEMOS explota con éxito y que puede llevarle a la victoria si no espantan a esa mayoría social, que -según Errejón- está lista para convertirse en mayoría política, agitando fantasmas del pasado.

Por eso no puedo sino preocuparme cuando dice Iglesias que quieren acabar con lo viejo justo antes de dar paso al portavoz del partido… ¡que se arranca cantando una copla Republicana de la Guerra Civil!. En momentos puntuales se repiten en la plaza gritos de “no pasarán” mientras la masa levanta el puño cerrado, casi todos sacando pecho como un pez globo porque le hemos robado una salchicha al amo, y no puedo dejar de acordarme del ridículo que hicieron los del PP cuando pasaron del “Pujol enano aprende castellano” a hablar catalán en la intimidad.

Tener ideología supongo que es inevitable, y en momentos de euforia difícil de ocultar, pero que no nos ciegue un millón y pico de votos. El techo electoral de PODEMOS lo marcará gestos como los que vi el 25M, que sólo sirven para desmovilizar al votante moderado de PODEMOS y movilizar al electorado más rancio que se ha quedado en casa.

Poco importa que vayas a salvar al país de las multinacionales si lo que esa abuela que te tiene que votar ve por televisión es que la cuarta fuerza política del país es la reencarnación de las brigadas internacionales y le inducen a pensar que si ganan se acabará el mundo o algo peor. ¿Cuantos falangistas se levantarán de su tumba para votar resucitados por los cánticos de estos mítines? ¿Cuántos simpatizantes de PODEMOS simpatizan con Izquierda Anticapitalista, partido vertebrador de la candidatura Europea?

Si algo han demostrado estas elecciones es que al Santo hay que vestirlo guapo para la procesión. Desgraciadamente, para la gente que puede decidir el resultado de las elecciones la III República, la jerarquía católica, la revolución proletaria o los cadáveres que quedan en las cunetas no son un prioridad. Les importa que el Gobierno les robe el fruto de su trabajo, les deje sin los amigos que marcharon al exilio laboral para no volver, sin la familia que no pudieron formar, y que les obliga a malvivir hasta su -prematura- muerte porque el dinero de las pensiones y los servicios sociales se dedica a pagar los rescates de la banca.

Ese discurso es el que interesa a la población, y no se articula en el eje izquierda-derecha porque son problemas que nos afectan a todos, también a los conservadores que votarían a PODEMOS si tuvieran la certeza de que al hacerlo no van a provocar que ardan las iglesias. En el eje Democracia-Plutocracia apenas hay oferta política donde se ubica la mayoría y sería un error que el Frente Amplio de PODEMOS fuera “de izquierdas”, como propone izquierda unida (Frente Popular 2.0, se ve que no han entendido nada) porque no basta con fagocitar al PSOE y unir a la izquierda, también hay que ganar el centro.

Recordemos que para recuperar la soberanía e instaurar la Democracia hacen falta mayorías que permitan reformar la Constitución, Mayorías de, como mínimo, 3/5. Hace falta el centro y este sólo se puede ganar con un insulso discurso de centro o desde otro eje de coordenadas que se superponga y en el que no haya competencia. Ese eje es el Democracia-Plutocracia y creo que los promotores de PODEMOS lo saben bien, puesto que su discurso se dirige allí.

La batalla por la Democracia no se ganará en el eje izquierda-derecha, así que démosle a esta cuestión el papel secundario que merece porque la democracia no es patrimonio exclusivo de la izquierda como España no lo es de la derecha. Estamos cansados de cansarnos Monedero, cansémonos también de repetir los mismos errores. Guardemos los discursos, consignas y banderas del pasado en el armario y -sin renunciar a esas ideas- ayudemos a los que faltan a unirse a la causa democrática desde la diversidad. Me parece que cambiar las cosas a mejor es más importante que que nos den razón, y la receta del éxito es bien sencilla: luchemos primero por la Democracia sin espantar a nadie con aspavientos ideológicos, y los que quieran que sean de izquierdas después.

Europeos, si queréis volver a ver vuestro dinero NO rescatéis a España y sus bancos

El rescate constituye una DEUDA ODIOSA que será repudiada por haberse otorgado a sabiendas de la insolvencia del país, y negociando con un Gobierno ilegítimo y traidor

Estimados amigos europeos, me siento en la obligación de advertiros de que si entregáis vuestro dinero para rescatar al sector financiero español, lo perderéis para siempre. Sabéis perfectamente que España está en quiebra técnica y que nuestro Gobierno miente más que habla (este y el anterior), y aún así vais a prestar hasta 100.000 millones de euros (equivalente al 16,39% de toda la deuda pública ya existente) a un país cuya economía se prevé se siga contrayendo durante los próximos años, con cifras récord de paro, perdida neta de población y un acelerado envejecimiento de la misma… ¿Cómo esperáis que os paguemos?

Si al menos ese dinero fuera a emplearse para reactivar la economía -y se lograra- todavía podríais recuperarlo con intereses. Pero no; se va a dilapidar en rescatar bancos quebrados. Es decir, en quedarnos como estamos, en subvertir los mecanismos de autorregulación de los mercados que tanto gustan cuando lo que hay que autorregular son las ganancias. Ni un sólo céntimo llegará a la economía real porque las cantidades de activos tóxicos a sanear superan con creces la cuantía del rescate.

Rescate que, por cierto, se solicita en un flagrante fraude electoral, incumpliendo las promesas con las que el PP ganó las elecciones y, por tanto, en abierta subversión del más elemental principio democrático. Rescate que es contrario a los interés de España y de los españoles, por suponer una renuncia inaceptable de soberanía y una carga que pone en peligro la sostenibilidad de los servicios públicos y del propio Estado. Rescate que está siendo contestado en las calles con creciente intensidad.

Rescate que, curiosamente, se hace sin dinero… ya que no lo aporta ni el Banco Central Europeo (el Estatuto del BCE no lo permite) ni el Fondo Monetario Internacional (el FMI depende de la Reserva Federal de EE.UU, que tiene sus propios problemas), ni ningún país europeo, americano, asiático o árabe. Al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) le queda margen para cubrir el rescate si es que encuentra a alguien le preste ese dinero (!?), problema que comparte con el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que ni siquiera existe todavía y al que se espera que entre España e Italia aporten un 30% de su capital total (!?). ¿Acaso pretendéis que paguemos intereses por un dinero que no tenéis, ni existe?

Estimados amigos europeos, no penséis que porque modificamos la Constitución para priorizar el pago de la deuda sobre los servicios públicos vais a ver un euro. A diferencia de los países serios, la Constitución española sólo se cumple cuando interesa. Pero os digo más, el Gobierno y el actual orden constitucional será depuesto antes que devolver el dinero ¿A quien se le ocurre bajarle el sueldo a la fuerzas de seguridad cuando se suben salvajemente los impuestos y se le asesta al Estado del bienestar el golpe más mortífero en la historia del parlamentarismo español? No parece propio de alguien que quiera agotar la legislatura.

Por tanto, no os sorprendáis cuando nos neguemos a devolver ese dinero que nunca quisimos. Se trata de un ejemplo de libro de DEUDA ODIOSA, que será repudiada tan pronto se restaure la Democracia en España. Estoy seguro que, si no fuera el vuestro, veríais con claridad lo absurdo que resulta pretender la devolución de un préstamo irresponsablemente realizado a un Estado a sabiendas de su insolvencia, de su graves problemas estructurales, de su incapacidad para generar balances positivos, de que el dinero no será empleado para mejorar la productividad ni reactivar la economía, de la existencia de una fuerte oposición popular a la concesión del mismo, poniendo en peligro la viabilidad económica del Estado y negociando con un Gobierno ilegítimo y traidor.

Si, sí, ilegítimo, porque tanto da que la voluntad popular se haya subvertido mediante el uso de la fuerza o ganando unas elecciones a base de mentiras; y traidor por sus crímenes contra la soberanía, la seguridad y la independencia del Estado. En el código penal se tipifican como delitos el publicar y ejecutar ordenes y disposiciones de un Gobierno extranjero que atenten contra la independencia del Estado (art. 589 CP), facilitar a los enemigos de la nación medios directos y eficaces para hostilizar a España (art. 583.2. CP, lástima que sólo sea punible cuando se ayuda a las tropas enemigas, no a sus funcionarios), y el inducir a una potencia extranjera a declarar la guerra a España (art. 581 CP, que es lo que probablemente ocurra cuando traten de recuperar el rescate). Me pregunto qué juez o policía tendría el valor de detener a los miembros del Gobierno si apreciara que se pudiera estar cometiendo alguno de estos delitos. Pues ninguno, claro, “en España hace años que hay una huelga indefinida del derecho y la justicia“, como dice Anguita.

Si a sabiendas de todo esto insistís en rescatarnos, asumir las consecuencias de vuestros actos. Alguien hará buen uso de vuestra donación, pero no serán los españoles; el dinero del rescate acabará en manos de los acreedores del sistema financiero español que -oh, casualidad- son VUESTROS propios bancos. ¿De eso se trata, no?. De esclavizar a una nación a través de la deuda; de que las generaciones presentes y futuras de españoles rescatemos a VUESTROS bancos. No gracias, ya tenemos bastante con soportar a los nuestros.

Insisto amigos europeos, si queréis volver a ver vuestro dinero NO rescatéis a España y sus bancos. Avisados estáis.

Reforma Constitucional: Los acreedores primero

La reforma del art. 135 de la Constitución proclama un nuevo derecho: el de nuestros acreedores a cobrar del Estado antes que nadie, lo que obliga a financiar los servicios públicos con el dinero que sobre después del pago de la deuda y sus intereses.

¿Qué país soberano antepondría a sus acreedores antes que a sus ciudadanos? Pues ninguno. Por desgracia, nos exigen garantías adicionales para seguir prestándonos, y necesitamos más dinero pese al mucho que ya nos han prestado, y que no está claro que vayamos a poder devolver.

El pasado 23 de agosto Zapatero convocaba al Congreso para anunciar, por sorpresa, la presentación de una reforma de la Constitución con la que fijar el límite de déficit del Estado, y garantizar la “estabilidad presupuestaria” por mandato constitucional. La iniciativa, pactada previamente con Rajoy y respaldada por la Unión Europea, se concretó en apenas 48 horas, y se está tramitando de manera urgente para que entre en vigor antes de que se disuelvan las Cortes.

En apenas 10 días, la idea que lanzaba Zapatero se ha concretado en una propuesta aprobada por PP, PSOE y UPN: una celeridad asombrosa para una medida que, aunque se apruebe ahora, no entrará en vigor hasta 2020 y que, de todas formas, es innecesaria, puesto que el déficit de Estado ya se encuentra limitado por el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. El artículo 126 de dicho Tratado establece que “los Estados miembros evitarán déficits públicos excesivos“, entendidos como el 3% del PIB para el déficit anual, y del 60% del PIB para la Deuda pública acumulada; criterios que se aplican desde que se introdujera esta disposición en el Tratado de Maastricht, en 1992.

Entonces, ¿qué necesidad hay de Constitucionalizar el límite del déficit precisamente ahora? Pues ninguna, como muy bien señaló Josu Erkoreka, ya que “los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno” (art. 96.1 CE) y “corresponde a las Cortes Generales o al Gobierno, según los casos, la garantía del cumplimiento de estos tratados” (art 93 CE). De hecho, en virtud de esos mismos tratados, la Comisión Europea revisa todos los años los proyectos de Presupuestos Generales del Estado antes de que se presenten al Parlamento español.

Lo que la reforma esconde

Quizá la razón por la que se opta por una reforma exprés y sin referéndum, que ha salido adelante con los únicos votos del PPSOE mientras más de la mitad de las fuerzas políticas con representación parlamentaria han decidido no participar en la votación, se encuentre en el futuro artículo 135.3 de nuestra Constitución:

3. El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar autorizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito. Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad ABSOLUTA….

Prioridad absoluta, lo han leído bien. Es decir, que si en el futuro el Estado español no tiene suficiente dinero para pagar su deuda y los servicios públicos, deberá priorizar el pago de la primera a costa de los segundos. Lo que proponen PP, PSOE y UPN es que la Constitución proclame un nuevo derecho: el de nuestros acreedores a cobrar del Estado antes que nadie, lo que obliga a financiar los servicios públicos con el dinero que sobre después del pago de la deuda y sus intereses.

¿Qué país soberano antepondría a sus acreedores frente a sus ciudadanos?… pues ninguno. Por muy loables que sean el equilibrio presupuestario y la reducción del déficit como políticas para garantizar la viabilidad económica del Estado del Bienestar, y la capacidad de respuesta pública frente a las crisis económicas, ningún gobierno en su sano juicio optaría por constitucionalizar semejante derecho. Por desgracia, no nos encontramos en posición de elegir, puesto que seguimos necesitando dinero pese al mucho que ya nos han prestado, y que no está claro que vayamos a poder devolver.

Nuestros amigos europeos ha solicitado garantías adicionales antes de seguir comprando deuda pública española y las tendrán, ya que esta disposición entrará en vigor en cuanto se apruebe la modificación en unas semanas, no en 2020. Con ella, se supedita el Estado del Bienestar a la capacidad de quienes nos gobiernen para contener el despilfarro y la descapitalización de lo público, algo que han demostrado ser incapaces de hacer durante las últimas décadas… cuando no quede nada privatizable habrá que empezar a cerrar hospitales y/o subir otra vez los impuestos a quienes los pagan, como ya nos han anunciado.

Lástima que, habiendo alternativas, casi veinte millones de españoles se empeñen en seguir votando a quienes han demostrado ser meros testaferros de los poderes económicos, incapaces por tanto de subir los impuestos a lo ricos y a las empresas, combatir el fraude fiscal y optimizar el gasto de nuestro raquítico sector público… empezando por desinflar los concursos que adjudican a quienes les patrocinan. De lo que la ciudadanía elija el 20N depende que España se convierta en esclava de sus acreedores, como quieren PP y PSOE, o se se desrreforme el artículo 135 de la Constitución para recuperar la soberanía a la que han renunciado por su incapacidad de gobernarnos.

Treinta años de Transición

En unos días celebraremos los treinta años desde la ratificación mediante referéndum de la Constitución Española de 1978. Grandes titulares anunciarán, y por todo el país se festejará, algo que nunca ocurrió: la llegada de la Democracia a España. Nos atiborraremos a ver especiales sobre aquellos tiempos convulsos, en los que la máxima prioridad de los españoles era dejar atrás la dictadura franquista… tiempos en los que los españoles tuvieron que sacrificar la democracia para recuperar sus libertades.

Efectivamente, los ciudadanos tenían demasiada prisa en recuperar derechos fundamentales que no tenían reconocidos y afianzar los avances producidos desde la muerte del dictador; así que poco importó que la Constitución presentase serias deficiencias democráticas: simplemente no sabíamos qué características debería tener un Estado democrático y las prioridades eran otras, así que los españoles aceptaron aquel conjunto de propuestas a las que hoy llamamos Constitución.

Sin embargo, en el mismo paquete en el que se nos devolvían derechos y libertades, también iban incluidas otras muchas cosas. Entre ellas, una separación quirúrgica entre los poderes del estado y los depositarios de la soberanía nacional, así como una insuficiente separación entre ejecutivo, legislativo y judicial. Características que convierten a España en una partitocracia, en donde las cúpulas de los partidos asumen la soberanía efectiva de la nación. Había que elegir, todo o nada, sin tiempo para pensar una solución mejor.

La Constitución española no es democrática

Según la Constitución Española, y el ordenamiento jurídico que la desarrolla:

  • No elegimos al jefe de Estado: es un cargo no electo, vitalicio y hereditario; y no sometido a las leyes, a diferencia del resto de los ciudadanos.
  • No elegimos al jefe de Gobierno: es un cargo elegido por los diputados en la sesión de investidura, y sometido a su control parlamentario (al menos, al de los grupos de la oposición, que son minoría).
  • No elegimos a los diputados que nos representan, ya que las listas electorales son cerradas, y las elaboran las cúpulas de los partidos según criterios que desconocemos.
  • Nuestros representantes están sometidos a la disciplina de voto, es decir, que deben lealtad a (los dirigentes de) sus partidos, no a sus electores, so pena de ser sancionados.
  • No elegimos a los responsables de la administración de justicia, ni de otros órganos con labores ejecutivas, como el banco de España o la policía. Además, todos estos organismos dependen económicamente de la partida presupuestaria que les asigne el gobierno en los presupuestos del Estado, lo cual limita los recursos de los que disponen para desempeñar sus funciones.
  • No disponemos de mecanismos efectivos para el ejercicio directo de nuestras soberanía sin la intermediación de los poderes del Estado. No podemos ejercer ningún control efectivo sobre la labor de los poderes del Estado, someter propuestas a referéndum ni modificar leyes sin el visto bueno del Parlamento.
  • No se nos consultan decisiones relevantes, como la adopción del Euro o el nuevo modelo de Unión Europea dibujado en el Tratado de Lisboa, Constitución de una Europa sin democracia.
  • No podemos modificar estas reglas: sólo los partidos políticos que sumen una mayoría parlamentaria suficiente puede modificar la Constitución y las leyes orgánicas.

¿Es esto lo que entendemos por Democracia? Sinceramente, espero que no, porque en este modelo los ciudadanos ("demos" ) no tenemos poder alguno ("cratos" ). Sin embargo, aunque nuestra Constitución diste de ser perfecta, es innegable que ha cumplido con su objetivo: darnos tiempo para formarnos como ciudadanos y aprender la Democracia… que nadie confunda crítica con desprecio.

Gracias a ella, nos encontramos más cualificados que en 1978 para evaluarla con criterio, disponemos del tiempo suficiente para plantear mejoras y, sobre todo, lo hacemos sin miedo a que esto produzca un golpe de estado y una nueva guerra civil… ¡motivos más que suficientes para festejar sus 30 años de vigencia!.

No obstante, después de treinta años de experiencia con la Constitución, creo que no conviene seguir posponiendo el debate sobre la calidad de esta "democracia", así como sobre las alternativas para mejorarla y ampliarla. Ya hemos alabado suficiente las virtudes de nuestra Constitución, y ocultado demasiado sus defectos, que son muchos y graves.

Lo que en su día supuso un avance, hoy vemos que también ha sido origen de muchos de los problemas que sufrimos los ciudadanos: la falta de representatividad del sistema electoral, la corrupción, el transfugismo, la parálisis del poder judicial, la desprotección de nuestros supuestos derechos de acceso a la vivienda o a trabajar, la falta de transparencia de las administraciones… nuestros problemas serían distintos, u otros quizás, si se hubiera escrito la Constitución de otra manera.

Segunda Transición hacia una verdadera Democracia

Quizás hace 30 años no fuera el momento de innovar políticamente. Dimos un único paso en la dirección correcta… y nos detuvimos. Sin duda la Constitución supuso un cambio radical para quienes pudieron votarla (mayores de 48), pero responde cada vez menos a las necesidades de los nuevos españoles crecidos en libertad (menores de 35). Hasta el propio Zapatero admite que "sería conveniente reformarla" y que "algún día se reformará, y eso lo verá nuestra generación", aunque él no se atreva a hacerlo.

En cualquier caso, resulta ingenuo pensar que acertamos a la primera, o que esta Constitución se hizo para durar más que sus antecesoras (el récord lo tiene la de 1876 con 55 años); especialmente si consideramos que su redacción estuvo condicionada por el miedo a una regresión totalitaria y que la transición fue controlada por el franquismo. Ambos aspectos acotaron hasta dónde se podía avanzar.

Hoy somos conscientes de que la soberanía es un bien muy preciado para regalarla en unas elecciones; y que hay que controlar activamente la labor de quienes la gestionan si queremos que la utilicen en beneficio de nuestros intereses comunes. Ya nos vamos aburriendo de indignarnos con jueces y políticos; de protestar públicamente contra sus decisiones; de organizar manifestaciones contra las injusticias que sufrimos; de recoger firmas que no sirven para nada… en definitiva, de mendigar aquello que nos pertenece por derecho: la soberanía de este país.

Empezamos a comprender que la política no nos es indiferente; y de que, guste o no, tendremos que incluir entre nuestras responsabilidades hacernos cargo de lo que compartimos con el resto de la sociedad, si es que queremos que seguir teniendo algo compartido. Tarde o temprano dejaremos de identificarnos irracionalmente con partidos que en realidad no defienden nuestros intereses, y de empezar a exigir resultados a quienes confiamos el voto. Sustituiremos las consignas partidistas, los estereotipos y los tópicos por un estudio de las propuestas políticas que impulsan nuestros representantes, que a veces no nos lo que nos tratan de vender.

Va siendo hora de empezar a llamar las cosas por su nombre. De asumir que la Constitución ya está amortizada y de buscar formas de seguir avanzando. Evidentemente, esto pasa por convencer a los partidos mayoritarios (únicos que pueden modificarla), para que la modifiquen, renunciando con ello al control del país; o por empezar a votar a otros partidos que se propongan desarrollar una Constitución verdaderamente democrática, al menos hasta que consigan la mayoría necesaria para ello. No podemos seguir posponiendo nuestra cita con la historia, por la cuenta que nos trae.

Querida Constitución, gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Siempre tendrás un hueco en nuestros corazones, pero no podemos detenernos aquí para no herir tus sentimientos. La Democracia todavía está más allá del horizonte, y no podemos quedarnos contigo más tiempo. Gracias, una vez más, por resguardarnos mientras recuperábamos las fuerzas para seguir luchando por alcanzar nuestros sueños.

Vuestros derechos os necesitan. Ejercedlos

Una vez más nuestros gobernantes nos han traicionado. Su última felonía ha sido enmendar la directiva Europea 2002/58/CE para obligar a los proveedores de Internet (ISPs) a monitorizar sin orden judicial las comunicaciones de sus usuarios en busca de contenidos ilícitos; genéricamente descritos, y cuya definición será potestad de las sociedades de autores. También permitirá a los ISPs reducir el nivel de servicio de la conexión en función de la “idoneidad” que haga el usuario de la misma con respecto a materiales protegidos con copyright.

Estas medidas, que vienen a completar otras para permitir la instalación y ejecución forzosa de programas en los PCs para detectar infracciones de propiedad intelectual, fueron aprobadas con el apoyo de los socialistas y de los populares; y serán votadas a principios de septiembre en el Parlamento Europeo. No son las primeras de este tipo, ni tampoco serán las últimas, ya que la ambición de los enemigos de la Democracia no conoce límites.

Como cabría esperar, la repercusión mediática de estas enmiendas ha sido escasa. Los medios saben bien quienes son sus amos, y además están especialmente interesados en evitar que Internet se convierta en un medio de comunicación alternativo: descentralizado y lleno de contenido independiente.

Una Internet libre es una amenaza para el poder, tanto político como económico. Eso de que cualquiera pueda decir lo que piensa sin censura, en tiempo real, a todo el planeta y a coste cero es un peligro mayor que el que supuso la imprenta para el despotismo ilustrado. Esto se debe a que la democracia es comunicación, y en Internet hay demasiada comunicación para algunos, que están tratando de regularla antes de que sea demasiado tarde. Es hora de pasar a la acción.

Llamamiento a la resistencia ciudadana

¡Ciudadanos, despertar! Es hora de ir a la casa del tirano y mirarle a los ojos. Es hora de señalarle con el dedo y acusarle de su traición. Es hora de dejar claro quienes somos los dueños de la soberanía que maneja a su antojo. Ha mordido la mano que le da de comer y, por ello, tendrá que afrontar las consecuencias de sus actos contra la ciudadanía.

Ya hemos hecho demasiadas concesiones, demasiados sacrificios. Secuestraron el referéndum de ratificación de la Unión Europea, y lo permitimos. Nos impusieron un modelo de Europa sin Democracia, y nos mostramos indiferentes. Recortan nuestros libertades, y nos acomodamos… Ya está bien. ¡ESTA VEZ NO! La linea que marca el límite de su poder debe trazarse aquí y ahora. No haremos más sacrificios en el altar de vuestra falsa Europa, ni de vuestra falsa democracia.

Una democracia cobarde sometida a las empresas, pero que somete a sus ciudadanos; que calla la verdad para no enfadar a los poderosos, que es esclava de su propio miedo e incapaz de defender sus ideales. Una democracia de ciudadanos adormecidos por el consumismo y espectáculo, que calman su conciencia protestando por Internet en vez de tomar las calles; que nunca tuvieron que luchar para recuperar sus libertades, ni hicieron nada digno del himno de una nación. Basta de quejas estériles, es hora de enfrentarse al tirano.

¡Ciudadanos! Revelaros contra este sistema que se alimenta de vuestro sufrimiento. Revelaros en vuestros trabajos, revelaros en los comercios, revelaros en vuestras casas, en las urnas y en las calles. Reclamar con insistencia aquello que, por derecho, nos pertenece: la soberanía de nuestra nación. Si aquellos que murieron por defender nuestros derechos y libertades se levantaran de sus tumbas, nos mirarían avergonzados preguntándose cómo permitimos que ocurriera esto. En los buenos tiempos, a los traidores se les colgaba de un árbol, hoy tienen coche oficial.

La codicia de los poderosos sólo conoce los límites que le marquemos. Como ya pasara antes, tan pronto nos desmovilicemos volverán a conspirar para despojarnos de nuestros derechos, nuestras pertenencias y nuestra libertad. Vuestro mal no tiene cura. Es hora de decir basta; de dejar que criminaliceis al ciudadano que ejerce sus derechos, y su soberanía. No es que no sepamos defendernos, es que no tenéis derecho a atacarnos; no os lo permitimos.

Mientras quede en pie un ciudadano capaz de diferenciar el bien del mal, de sentir indignación ante vuestra injusticia impuesta, esta guerra no habrá terminado. Apartadas quedan las creencias y diferencias que nos dividían cuando se trata de defender nuestros intereses comunes. Nuestra solidaridad es nuestra fuerza, y la justicia nuestro motor. Si el ciudadano es enemigo del orden establecido es porque dicho orden le declaró la guerra primero.

¿Queréis libertad?. ¿Queréis igualdad?. ¿Queréis justicia?. Pues tendréis que conquistarlas para que nadie os las pueda arrebatar jamás. Aquellos que no estén dispuestos a luchar por sus derechos pronto dejaran de tenerlos, y estarán solos ante el tirano. Aquellos que no ejerzan su soberanía, acabarán sufriendo la soberanía de otros. Cuando la causa es justa, cualquier sacrificio para defendedla es pequeño, y los más comprometidos con su lucha son los que ganan.

Es hora de apagar la televisión y volver a pensar por nosotros mismos. De alejarnos de la falsa realidad y hacer algo diferentes con nuestras vidas para cambiar el mundo que nos rodea. Es hora de ganarnos, con hechos, nuestros derechos y nuestro lugar en la historia. ¿Volveréis a votar a los mismos? Yo, sí; pero mientras llegan las elecciones estaré protestando frente a la sede de la Comisión Europea que, irónicamente, comparte edificio con la embajada de Irlanda (Po de la Castellana, 46. Metro Rubén Darío). Allí estaré siempre que me sea posible con mi precaria pancarta de cartón garabateada con un rotulador negro. Si quedan hombres y mujeres libres en este país, allí nos encontraremos.