The Corporation ¿Instituciones o psicópatas? – Documental

Título original: The Corporation | Ir al vídeo
Tema: Empresas. Evaluación 4.25/5.
Año 2003. Dur: 172′. Producido por Mark Achbar.
Web: http://www.thecorporation.com.

Las sociedades mercantiles o empresas (denominadas erróneamente como “corporaciones” en la versión es español) se crearon durante el siglo XIX como forma de propiedad de una actividad económica. Gracias a esta fórmula, un grupo de personas podían organizarse para obtener beneficios a través de instituciones jurídicamente independientes de quienes las controlan y de quienes trabajan en ellas. Este sencillo tecnicismo encierra una de las innovaciones legales que más radicalmente han transformado no sólo la economía humana, sino también las relaciones sociales y nuestro sistemas de valores.

La clave para comprender las repercusiones de esta innovación es el concepto de responsabilidad limitada, en virtud del cual, los propietarios de las empresas son capaces de eludir las responsabilidades de su actividades económicas, al quedar esta limitada a la empresa y, en el mejor de los casos, a sus administradores. Esta característica permite a las empresas generar riqueza para sus propietarios de forma mucho más eficaz, ya que cualquier cosa que se haga mal será responsabilidad de la empresa, que es un ente incorpóreo e inmortal accionado por personas reemplazables.

La combinación de responsabilidad limitada y búsqueda ilimitada de mayores beneficios convierte a las empresas, según alguno de los entrevistados, en una grave amenaza para nuestra superveniencia, ya que a las empresas sólo les preocupan los beneficios de sus accionistas, anteponiéndolos al bien público y al bienestar del resto de personas que se ven afectadas por ellas. Como reconoce en el documental la CEO de “The Body Shop”, “TODO el legítimo para la obtención de beneficios”.

Desde esta perspectiva, la consecuencia lógica de la limitación de responsabilidad es que este tipo de organizaciones tiendan a generar el máximo coste colateral que la sociedad les permita, o pueda asumir, para mejorar su cuenta de resultados: desde la explotación de mano de obra esclava, la contaminación del medio ambiente con residuos sin tratar, la comercialización de productos peligrosos y/o sin un estudio riguroso de sus efectos sobre la salud humana, la privatización de recursos naturales para convertirlos en mercancías, etc…

Las empresas como psicópatas

La mayor parte del documental está dedicada a repasar algunos ejemplos de estos efectos colaterales que producen las empresas al socializar los costes de su actividad con el fin de obtener el máximo beneficio. Temas que también son tratados por otros documentales de una forma más monográfica, y que sirven de muestra sobre cómo la empresa está en el origen de muchos problemas sociales modernos.

A partir de estos ejemplos, el documental traza un paralelismo entre el comportamiento de las empresas y el perfil clínico de un psicópata, caracterizado por:

  • Cruel indiferencia por los sentimientos de los demás.
  • Incapacidad para mantener relaciones duraderas – Deslocalizaciones, temporalidad.
  • Desprecio por la seguridad de los demás.- Comercialización de productos peligrosos para la salud o producción de daños medioambientales.
  • Mentir y engañar sistemáticamente a los demás para obtener un beneficio.
  • Incapacidad para sentirse culpable (la culpa es de otro).
  • Incapacidad para adaptarse a las normas sociales (salvo que sea rentable).

Un fiel reflejo de este diagnóstico es el testimonio de Charleton Brown, intermediario financiero que -con toda crudeza- expone las verdades incómodas del fundamentalismo de mercado: Las catástrofes traen oportunidades de negocio… los atentados del 11 de septiembre de 2001 permitieron que muchos se enriquecieran en el mercado del oro, la guerra del golfo disparó la rentabilidad del petroleo y, en general, los conflictos armados mejoran los beneficios en el comercio de materias primas. Como dicen en el documental, “cada vez que se tala un árbol, hay un vertido de crudo o se diagnostica un cancer, sube el PIB“.

El problema radica en que, desde la óptica de la empresa, toda decisión se evalúa exclusivamente desde una perspectiva económica y con el objetivo de maximizar el beneficio a corto plazo. Si el beneficio potencial compensa el riesgo que se corre, incumplir las leyes, vulnerar los derechos humanos o tomar cualquier otro tipo de decisión moralmente reprobable es opción estratégica; y mientras no se le atribuya un valor económico igual o superior a la propia actividad económica que se desarrolla, las empresas seguirán sin considerarán las implicaciones morales, sociales o medioambientales de sus acciones. Incluso si los propios trabajadores rechazan las prácticas de su empresa, se ven en la tesitura de cumplirlas para conservar sus empleos.

Es por esto que, sólo cuando el conocimiento de sus practicas empresariales genera rechazo entre los clientes -y una potencial merma de las ventas- aparece la preocupación por los “daños colaterales” que produce su actividad económica. Así nacieron las iniciativas de Responsabilidad Social Corporativa; que, aunque positivas, no son más que acciones de marketing que dedican una ínfima cantidad de los recursos de la empresa a lavar la mala imagen que producen el resto de sus actividades. Si a las empresas realmente les preocuparan los costes que externalizan hacia la sociedad, los reducirían, aunque ello supusiera una merma de su competitividad y/o beneficios

La apropiación de los bienes comunes

El afán de expansión de las empresas les lleva a invadir todos los ámbitos de la vida, y a querer apropiarse de todo lo que existe, llegando incluso a invadir aspectos de la vida que tradicionalmente se han mantenido fuera de la dinámica del mercado. Bajo la premisa de que la riqueza sólo se crea cuando se posee de forma privada, empresas y gobiernos se afanan en la parcelación de los bienes comunes amparándose en el discurso de las supuestas bondades de las privatizaciones, desregulaciones y libre comercio. Sin embargo, esta forma de actuar no crea riqueza, sino que la usurpa poniéndole una valla y declarando propiedad privada algo que es de todos, como pasa con la apropiación del conocimiento mediante el uso de patentes.

Algo similar ocurre con las instituciones públicas que ofrecen servicios fundamentales para la sociedad: se están transfiriendo sistemáticamente a manos privadas con la escusa de obtener una ganancia marginal de eficiencia en su funcionamiento. Sin embargo, esto no siempre se consigue y, cuando se logra, es a costa de un peor servicio o mayor coste para sufragar los beneficios, porque las empresas privadas no pueden funcionar con pérdidas. Es por eso que es necesario un sector público fuerte que pueda funcionar con pérdidas, de modo que garantice la prestación de ciertos servicios (educación, sanidad, acceso a suministros), pueda subvencionar sectores productivos dependientes, y mantener el empleo para reactivar el consumo durante las recesiones -en vez de limitarse a reducir plantilla para mantener la rentabilidad, o cerrar si no lo consigue.

Como ya se demostró en el caso de los bomberos privados (63′), hay ámbitos de la vida en que la gestión privada es contraproducente para todos. Hay cosas demasiado esenciales para el bien púbico como para que se consideren oportunidades de negocio, por eso es necesario tomar la decisión política de sacar este tipo de productos y servicios del mercado. Como se comenta en el documental, la esclavitud desapareció no porque dejara de ser rentable, sino porque se tomo la decisión política de que el ser humano no podía ser una mercancía ni una propiedad.

Además de abrir nuevos mercados -apropiándose de los bienes comunes- las empresas también invaden el espacio público para lograr sus objetivos. A la tradicional publicidad, se van añadiendo nuevas formas de relaciones públicas dirigidas a lograr que los consumidores compren sus productos. El grado de manipulación puede llegar a ser enorme, desde la publicidad que enseña a los niños como dar mejor la lata para a sus padres para que les compren lo que han visto en la tele, a la creación de manifestaciones tridimensionales de las marcas y los valores que personifican (“como disneyworld“), la publicidad encubierta (mensajes que no parecen publicidad ni que vayan dirigidos a nosotros), o la creación de grupos -presentados como expertos independientes- para la defensa de sus intereses.

El objetivo final es convertir a la población en consumidores mecánicos de productos que no necesitan, que se encuentren disociados unos de otros y llenen sus vidas satisfaciendo necesidades creadas por las empresas, desempeñando la función social que nos han asignado y viviendo según los valores que nos han inculcado (como que el transporte público es para quien no tenga más remedio). Si lo que hacen es ético o no, no les interesa: los publicistas (como todos) se limitan a hacer su trabajo.

Indiferencia hacia la democracia y los derechos humanos

La tercera parte de “The Corporation” repasa el largo historial de indiferencia hacia la democracia y vulneración de los derechos humanos de estas compañías, propiciado por el hecho de que las empresas no están integradas en el procesos democráticos, ni sometidas a ellos. Aunque, en teoría, las empresas deben cumplir las leyes, esto no garantiza que lo hagan, ni que -aun respetando los límites de la ley- las actividades que desarrollan no produzcan daños en otras personas y/o el medio ambiente.

Es de sobra conocida la estrecha cooperación entre la industria y los gobiernos, así como la capacidad que tienen las empresas para presionar a estos últimos de muy diferentes maneras. Independientemente de la forma de gobierno que adopte un Estado, en todos ellos la línea que separa a los responsables del sector público y del sector privado es muchas veces difusa, o directamente no existe; lo que ha llevado, en no pocas ocasiones, a que los gobiernos sean instrumentos en manos de los grandes empresarios locales y/o extranjeros.

Cuando las grandes transnacionales no han podido persuadir a los gobiernos para imponer políticas económicas “impopulares”, pero muy beneficiosas para ellas, no han dudado en financiar a otras opciones políticas más afines a sus intereses. Un ejemplo claro de este fenómeno es la ascensión del fascismo en Europa, que se produjo (en parte) gracias a la financiación y el apoyo mediático que estos grupos extremistas obtuvieron de las grandes empresas. Una vez alcanzado el poder, los gobiernos totalitarios “recompensaron” a quienes les apoyaron con una regulación que acallará las reivindicaciones sindicales, fortaleciera su control de los mercados y protegiera sus beneficios empresariales; todas ellas políticas gubernamentales muy positivas para la economía, como se ha demostrado con el milagro económico chino.

El recurso al golpe de estado es un caso clásico en el continente americano: Guatemala (1954), Chile (1973), Bolivia, Argentina y Brasil durante los años 1970, e incluso Honduras recientemente (2008). Sin embargo, el rechazo internacional hacia los gobiernos golpistas de sudamérica hizo que, a partir de la década de 1980, el control de los gobiernos democráticos empezara a ejercerse a través de organismos internacionales “neutrales” -como el Fondo Monetario internacional o el Banco Mundial- que imponían estrictos planes de ajuste y restructuración económica como requisito para acceder a los fondos necesarios para evitar la quiebra. Así ocurrió en Polonia (1989), Rusia después del colapso de la URSS, o Sudáfrica una vez finalizado el apartheid. Quedó claro que no era necesario un golpe de estado para obligar a un gobierno a reestructurar la gestión pública en beneficio de las empresas, basta con crear las condiciones necesarias (“crisis” o “emergencias”) para que no tenga otra opción, y la opinión pública acepte con resignación los cambios. Esta estrategia ha sido bautizada como “la doctrina del shock”.

Hacia la economía democrática

Como ya se ha visto, la empresa crea mucha riqueza para sus propietarios, pero lo hace apropiándose de los recursos naturales del planeta y explotando a los más débiles como mano de obra barata para transformar dichos recursos naturales de una forma derrochadora. Cuando encuentra trabas a sus planes de expansión económica no duda en subvertir el sistema legal y el principio democrático para que sirvan a sus intereses, hasta el extremo de que la ONU se empieza a plantear la necesidad de crear un tribunal para juzgar a multinacionales. Los daños que generan este tipo de organizaciones superan con creces los beneficios que obtienen unos pocos de ellas.

Para poner freno y reconducir los efectos perniciosos del dominio de las grandes conglomerados empresariales, el documental plantea como solución la democratización de la economía, es decir, someter a las empresas y a la economía al control democrático de los ciudadanos, de modo que estos puedan opinar sobre lo que pasa en los mercados, y tengan la capacidad de modular las actividades empresariales y financieras que les afectan directa o indirectamente.

Entre las medidas propuestas destacan -a mi entender- “despojar” a las empresas de su “derechos” como “personas” (jurídicas), la disolución de aquellas que incumplan reiteradamente la ley (ofreciendo a los trabajadores la posibilidad de reconvertirlas en cooperativas), o permitir que trabajadores y consumidores puedan participar en igualdad de condiciones en los consejos de administración donde se toman las decisiones que les afectan. Como dice Milton Friedman en el vídeo, “es necesario crear estructuras en el mercado que incentiven a las corporaciones a hacer lo correcto”.

En definitiva, se trata de poner a la empresa al servicio a la comunidad para satisfacer las necesidades de todos, en vez de permitir que sean las empresas las que utilicen a la sociedad para alcanzar el máximo lucro posible; algo que sólo será posible con gobiernos verdaderamente democráticos, al servicio de los ciudadanos y sometidos a su control, que sean capaces de impulsar cambios legislativos ambiciosos que permitan alcanzar estos objetivos. Es por esto que resulta fundamental recuperar el control sobre los gobiernos para hacer prevalecer, desde ellos, la lógica de la democracia sobre la lógica del mercado. Todo llegará… si nos esforzamos por que ocurra.

Estrategias de inversión para el pequeño ahorrador: Invertir en bolsa

La bajada de tipos de interés de principios de siglo y las altas rentabilidades acumuladas durante los últimos años han atraído hacia la Bolsa los ahorros de un gran número de pequeños inversores, deseosos de conseguir plusvalías. Hasta el Estado ha decidido invertir en Bolsa el excedente de las cotizaciones de la Seguridad Social para hacer frente a nuestras pensiones con los beneficios.

Sin embargo, la inversión en Bolsa es un juego peligroso. No me canso de ver inversores atrapados en valores de dudosa fiabilidad. Personas que no aprendieron la lección de Terra e invirtieron en Astroc. Por eso he recopilado los que considero son principios básicos para el pequeño inversor en una guía de supervivencia para invertir en bolsa.

Invierte sólo lo que te sobre, porque lo puedes perder

Seguramente el principio más importante para invertir en bolsa es que el dinero que vayamos a invertir sea nuestro y no lo necesitemos ni lo vayamos a necesitar durante los próximos 10 años, incluso en el caso de que tengamos una emergencia. También tenemos que ser capaces de asumir la pérdida en el caso de que la empresa quebrase de la noche a la mañana, como pasó con Enron.

En el caso de que os quepan dudas sobre alguna de los dos requisitos anteriores, será mejor que os mantengáis alejados de los mercados bursátiles, porque cuando lleguen momentos difíciles no tendréis libertad ni capacidad de maniobra y acabaréis malvendiendo vuestras acciones. Ni se os ocurra pedir dinero prestado para invertir, sólo faltaría perderlo todo y seguir pagando el préstamo más los intereses.

Sólo los ricos se hacen (todavía más) ricos

Hay que ser consciente en todo momento de nuestra condición de pequeño inversor. Mucha gente asocia la bolsa con historias de grandes pelotazos con los que la gente se enriquece de la noche a la mañana. Sin embargo, son pocos los que mueven suficiente dinero como para rentabilizar las fluctuaciones del mercado. A modo de ejemplo, una revalorización del 500% (realmente astronómica) para un inversor que hubiera invertido 2.000€ supondría unos beneficios de 8.000€, mientras que para otro que hubiera invertido 1 millón de euros representaría unas plusvalías de 4 millones (siempre antes de impuestos).

Además, el pequeño inversor debe asumir unos costes mayores en sus operaciones, ya que las comisiones mínimas por operación bursátil suelen ser el equivalente al de hacer operaciones por valor de 10.000€ o más (según la entidad) aunque no se mueva ese dinero. Motivo por el cual también se encarece la posibilidad de diversificar la inversión en diferentes valores, ya que se multiplican los gastos de gestión de la cartera. Si no podemos alcanzar el equivalente de inversión que corresponde con la comisión mínima por operación, conviene olvidarse de diversificar y centrarse en elegir los mejores valores del mercado como forma de protección contra el riesgo.

De igual modo, el pequeño inversor no tiene la misma capacidad para acceder y analizar la información financiera de las empresas, ni acceso a información privilegiada, ni fuerza en el mercado para influir en las cotizaciones. Por todos estos motivos, lo mejor es olvidarse del corto plazo, ya que el mercado siempre nos ofrecerá los “restos”.

Ten tu propio criterio, define una estrategia y asume las consecuencias de tus acciones

Cuando se trata de buscar información sobre la que basar una estrategia de inversión, el inversor independiente tiene muchos lugares donde acudir. Desde foros donde se “trapichea” con información privilegiada hasta medios de comunicación especializados, donde los expertos en mercados financieros revelan las claves que mueven la Bolsa. Todo el mundo parece saber dónde y cuándo invertir, pero los que arriesgamos dinero somos nosotros.

La primera regla respecto a la información bursátil es no creerse nada. Todo el mundo es parte interesada y los mercados financieros son (prácticamente) juegos de suma cero. Es decir, que cuando alguien gana es porque vende un activo, por más valor de lo que le costó, a alguien que está dispuesto a comprarlo a ese precio. Los únicos responsables de las decisiones que tomemos seremos nosotros mismos, así que antes de seguir cualquier recomendación resulta imprescindible contrastarla con los datos financieros. Si las recomendaciones de los analistas estaban equivocadas o la información que utilizamos no era tan privilegiada podremos consolarnos culpando a los demás, pero eso no nos devolverá el dinero.

Respecto a la información privilegiada, el problema es que no es fiable y, en el caso de ser cierta, pierde valor conforme se va difundiendo. Esto significa que siempre que se difunde es para manipular a los más incautos, bien sea porque directamente es falsa o bien porque se ha utilizado en beneficio propio y se busca multiplicar su efecto compartiéndola con otras personas. En cualquier caso, para cuando llega al pequeño inversor, aquellos que la utilizaron antes ya están recogiendo los beneficios, a nuestra costa, en una dinámica muy parecida a las estructuras piramidales.

No es de extrañar que los valores más especulativos sean el tema de conversación favorito en los foros de rumorología financiera. Mi recomendación es alejarse de estos lugares y de los valores de los que se hable mucho en comparación con su relevancia económica (es normal que se hable de las grandes compañías con regularidad).

Otro frente informativo lo protagonizan los expertos en mercados financieros, principalmente personas que trabajan para gestoras de fondos de inversión y otros analistas “independientes”. Desde su posición de expertos, ofrecen de forma “desinteresada” recomendaciones sobre dónde invertir, que los medios de comunicación especializados se encargan de divulgar. Estos expertos, que nos orientan sobre cómo invertir, también participan en el mercado. De hecho, viven de gestionar las inversiones de sus clientes para conseguir una rentabilidad por encima de la de los mercados en los que invierten. Creo que el conflicto de intereses es evidente, y su imparcialidad susceptible de ponerse en tela de juicio.

¿Alguien duda que antes de cambiar la recomendación de determinados valores de “Vender” o “Mantener” a “Sobreponderar” o “Comprar”, cualquier gestor sensato habrá comprado tantas acciones como halla podido? ¿O que cuando se revisa el precio “objetivo” (objetivo entendido como meta a alcanzar, no como precio real) no se está tratando de dar un empujoncito al valor? Más de una vez he observado como se deja de hablar de valores cuando son claras opciones de compra (valoraciones bajas y/o a punto de desembolsar cuantiosos dividendos) mientras se insiste en recomendar comprar otros que acumulan fuertes revalorizaciones. Estos “expertos” deberían aclarar, cuando hablan de buenas oportunidades de negocio, para quien son buenas, ya que no merecen demasiada confianza.

Evidentemente, estos “expertos” no pueden ofrecer malas recomendaciones a los inversores independientes, ya que tarde o temprano acabarían por perder su estatus y, con él, la posibilidad de influenciar la dinámica de los mercados en beneficio propio. En vez de eso, se suele optar por hablar de otros valores sobre los que ya se ha operado o se quiere operar, de modo que aumente la presión compradora o vendedora de los inversores independientes.

Para todo pequeño inversor, la mejor opción es definir una estrategia clara y ceñirse a ella, ignorando todo el ruido que nos llega desde los mercados.

Inversión a largo plazo

Ya hemos visto como el pequeño inversor tiene muy difícil aprovechar las fluctuaciones del mercado, y debe aferrarse a las tendencias. Lo cual implica que debe tener una mentalidad de inversión a largo plazo, entendida a 5 años vista o más.

Uno de los aspectos que mejor se pueden aprovechar del capitalismo es que su único objetivo es crecer, generalmente hasta colapsarse. El lema es superar los resultados económicos del ejercicio anterior, independientemente de las circunstancias de mercado. Las empresas que cotizan en bolsa lo saben bien y son expertas en lograr este objetivo cada año.

Esta huida hacia delante del capitalismo tiene un efecto acumulativo sobre el valor de las inversiones, hasta tal punto que incluso las peores crisis económicas se superan con el paso de los años hasta alcanzar nuevos máximos, y sufrir nuevas crisis.

En un entorno económico controlado y estable, como el que tenemos en la actualidad, se puede esperar obtener buenos beneficios incluso después de descontar los efectos de las crisis, guerras, etc. Estudiemos el efecto acumulativo de mantener una inversión en el tiempo. A continuación se muestra la evolución de la inversión de 100 unidades monetarias con una rentabilidad anual media del 8%.

100 -> 108 (+8) -> 117(+9) -> 126(+9) -> 136(+10) -> 147(+11)
 -> 159(+12) -> 171(+12) -> 185(+14) -> 200 (+15) -> 216 (+16)

Observe la rentabilidad crece exponencialmente con el tiempo. Hasta el punto de que al noveno año ya hemos doblado el valor de la inversión (sin contar los dividendos) y al décimo la rentabilidad anual es el doble de la que obtuvimos el primer año. En la vida real las proyecciones son mucho más favorables. Por ejemplo, Telefónica ha multiplicado su valor por 3,5 desde 1995 (12 años), si bien es cierto que ha habido altos y bajos, como puede observarse en el gráfico.

Si quiere hacerse rico puede conseguirlo, sólo necesita (mucho) tiempo. Así que cuanto antes empiece a invertir, antes lo podrá conseguir.

El precio de la acción no indica si está cara o barata

Otro principio importante es que el precio de la acción es irrelevante para el inversor. Una acción que cueste 100€ puede ser barata o cara, según los beneficios de la empresa y la rentabilidad por dividendo que ofrezca. Como inversor, me da igual invertir 1000€ comprando 100 acciones de 10€ o 10.000 acciones a 0,1€ si ambas me ofrecen una rentabilidad el 3%. Elija una opción u otra obtendré exactamente el mismo beneficio en Euros.

El pequeño inversor suele percibir poco potencial de revalorización y mucho riesgo en acciones por encima de 50€ mientras que percibe poco riesgo y mucho potencial de revalorización en acciones por debajo de 5€, donde “es difícil que caiga más abajo” (el suelo está cerca) y “a nada que suba 50 centimillos, ya gano el 10%” (pequeños incrementos suponen fuertes variaciones). Cuanto más barato el valor, mayor variación porcentual supone un céntimo arriba o abajo, y más duros hay que ser por arañar hasta el último.

Invertir sólo en empresas que den dividendos

El tipo de empresa que no da dividendo es aquella que no logra obtener beneficios (empresas de nueva creación y/o con problemas como, por ejemplo, Banesto desde su casi quiebra hasta 2006) o la que ha decidido no hacerlo. En cualquier caso se trata de una mala elección para invertir. Si no hay dividendo, el valor debería quedar descartado para un pequeño inversor.

Aunque el primer caso (invertir en una empresa en pérdidas) parece bastante obvio, el segundo no siempre lo es. Al fin y al cabo, si la empresa genera beneficios pero no da dividendo (como, por ejemplo, Google), todo el dinero que se tendría que destinar a la retribución al accionista quedará disponible para que la empresa lo reinvierta en generar más beneficios en el futuro, y crecer más rápidamente. El pago de dividendos merma la capacidad de revalorización de la acción así que, ¿por qué debería el inversor preferir el dividendo en efectivo?

La respuesta a la pregunta se resume en que los beneficios por la revalorización del valor de la acción no lo son hasta que se venden las acciones. Mientras, están expuestos a crisis económicas, fluctuaciones de la bolsa, malas decisiones empresariales, sanciones por violación de las leyes, ataques de otras empresas, etc. El dividendo cobrado queda fuera del ámbito de la empresa y, por tanto, a salvo de futuros acreedores: Permite recuperar parte de la inversión, minimizando el riesgo de pérdida del capital inicial, y ofrece al pequeño inversor la libertad de hacer lo que considere mejor… incluso reinvertirlo en la empresa.

Invertir sólo en empresas GRANDES

A la hora de elegir valores, es preciso elegir compañías grandes y, preferentemente, que coticen en los índices bursátiles más importantes. Estas compañías, los pilares de la economía, son objeto de constantes auditorias por su importancia y tamaño. Esto garantiza al pequeño inversor que 1) Es más difícil ocultar la situación real de la compañía, y 2) Si la empresa va mal es porque el futuro es negro para todos.

¿Alguien se imagina a Telefónica o BBVA en pérdidas? Si llegase el caso, mi inversión no valdría nada independientemente de dónde hubiese invertido y, probablemente, mi dinero ya no tendría el valor que tuvo e, incluso, es posible que no pueda sacarlo del banco. Sin embargo, sí es posible que la actividad delictiva de un gestor acabe arruinando una pequeña empresa y los inversores ni se enteren. O que esa misma empresa cierre por no poder seguir ofreciendo productos competitivos sin que la economía se resienta (exceptuando la de los pobres trabajadores).

Que un valor cotice en un gran índice no garantiza que la empresa no pueda quebrar, sólo que es más difícil que lo haga por sorpresa. De ahí la importancia de invertir en estas empresas, pero también la importancia de estar dispuestos a perder toda nuestra inversión. Sin embargo, que un valor cotice en un gran índice no es suficiente para considerarlo una buena inversión… Hay que fijarse bien tanto en el PER como en su rentabilidad por dividendo.

PER: Ratio precio / beneficio

El PER es el resultado de dividir el precio de la acción entre el beneficio por acción de la empresa. Si, por ejemplo, una empresa ha ganado 1€ por acción en los últimos 12 meses y cotiza a 12€, su PER será de 12€/ 1€ = 12. Visto de otro modo, el PER nos indica el número de años que serían necesarios para que la empresa pudiera comprarse a sí misma si se mantuvieran beneficios y precio constante. Si dividimos 1 entre el PER, obtendremos el porcentaje de rentabilidad de la empresa a precios de mercado, en el caso anterior 8,33%.

Casi todos los sitios de información bursátil informan del PER de cada valor, con lo cual es un dato fácil de conocer. Por lo general, se considera que un buen PER para comprar entre 10 y 15, aunque hay que tener en cuenta que es un indicador potencialmente engañoso. Por debajo de 10 puede significar que la acción está infravalorada, pero también que los beneficios de la empresa están en claro declive. Por encima de 20 puede indicar que la acción está sobrevalorada, pero también puede indicar que la empresa está incrementado considerablemente su capacidad de obtener beneficios (aunque como todavía no se han publicado, el PER es alto).

PERs altos suelen indicar acciones sobrevaloradas y/u oportunidades perdidas, con lo cual estos valores no suelen ser de interés. Los valores interesantes para comprar son los de PER menor de 15, pero sabiendo diferenciar lo barato de la morralla.

Rentabilidad por dividendo

La rentabilidad por dividendo es el resultado de dividir la suma de dividendos entregados por acción durante los últimos 12 meses entre el precio de la acción. Al igual que el PER, es un dato que se publica con frecuencia y suele rondar el valor de los tipos de interés. El motivo es sencillo. Si la rentabilidad de invertir en bolsa es superior a la de tener el dinero en el banco, todo el mundo compraría acciones… hasta el punto en que los precios subirían tanto (por la demanda) que dejaría de ser más rentable. Entonces el dinero volvería a los bancos, por el riesgo que implica la bolsa. Este es, a grandes rasgos, el ciclo de los mercados.

En el caso de la empresa del ejemplo del PER anterior, si decidiera distribuir dividendos entre sus accionistas por valor de 0,8€ por acción y el precio se mantiene en 12€, la rentabilidad por dividendo sería del 6,67%, bastante por encima del IPC.

Un buen valor es aquel que ofrece una rentabilidad por dividendo ordinario por encima los tipos de interés y del IPC. Hago especial énfasis en lo de dividendo ordinario, ya que en ocasiones las empresas generan plusvalías puntuales no relacionadas con la actividad principal de la empresa que inflan artificialmente la rentabilidad por dividiendo en los 12 meses siguientes a producirse y reducen el PER de la compañía.

Aunque la rentabilidad por dividendo fluctúa, suele mantenerse cerca de los tipos de interés. Sin embargo, las empresas aumentan constantemente sus beneficios, año tras año. Esto significa que, por lo general, la rentabilidad por dividendo de una inversión crece junto al precio de la acción a lo largo del tiempo, igual que crecen los beneficios de la empresa (suponiendo que todo marche bien). Veamos un ejemplo: Ud. compró Endesa en 2002 a 10,85€ y una rentabilidad del 6%. En 2007 Endesa vale 40€. Con una rentabilidad del 6% a precios de hoy, y con una rentabilidad del 24% respecto los precios a los que Ud. compró. ¡Le felicito! Ni las hipotecas suben tanto.

Evaluar cada valor según el perfil del inversor. El Ratio Fundamental

A continuación describiré lo que he decidido denominar “Ratio Fundamental”. Se trata de un sistema para valorar el atractivo por fundamentales de los valores en bolsa a partir de su rentabilidad por dividendo y PER, con independencia del precio al que coticen.

Para calcularlo tan sólo hay que hacer la media entre:

  1. La rentabilidad por dividendo multiplicada por el precio (Hay que tener en cuenta que el 3% es 0,03).
  2. El precio dividido por el PER.

Una vez calculada la media, hay que dividirla entre el precio de la acción y multiplicarla por 100 para obtener un %.

A pesar de su sencillez, este sistema permite al pequeño inversor tener un criterio propio y objetivo sobre sus opciones de inversión, sin depender de analistas “independientes” ni pagar a gestores de fondos. Cada uno puede decidir qué Ratio Fundamental mínimo debe tener un valor para invertir en él. Según mi criterio, a partir del 5% estamos ante una buena oportunidad de compra.

También permite ajustar el ratio al perfil del inversor ponderando el peso de los factores utilizados en la media. Un inversor más conservador dará más peso a la rentabilidad por dividendo multiplicada por el precio, mientras que otro más especulador dará más peso al precio dividido por el PER.

A continuación adjunto a modo de ejemplo un resumen con los Ratios Fundamentales de los valores que componen el IBEX-35 y algunos otros valores seleccionados del mercado continuo a 18 de junio de 2007.

Ticker Último Rt/Div PER Ratio F.
COL	3,95	11,42%	16,41	8,76%
SAB	8,16	10,17%	15,01	8,42%
MVC	80,85	2,04%	9,02	6,56%
SAN	13,87	3,75%	11,25	6,32%
ELE	39,99	6,49%	16,33	6,31%
A3TV	15,53	5,47%	14,65	6,15%
TL5	21,57	5,94%	16,1	6,08%
BBVA	18,43	3,46%	11,63	6,03%
REP	28,87	3,33%	11,99	5,84%
ACX	18,89	2,12%	11,08	5,57%
TEF	16,51	3,63%	13,47	5,53%
POP	14,22	3,45%	13,6	5,40%
MAP	3,63	2,48%	12,52	5,23%
FCC	70	2,64%	14,45	4,78%
IDR	18,12	4,08%	19,15	4,65%
BTO	17,69	2,54%	15,36	4,53%
SYV	38,58	1,30%	14,21	4,17%
ACS	48,02	1,67%	16,33	3,90%
BKT	65,15	1,98%	17,42	3,86%
ENG	18,53	2,32%	18,53	3,86%
REE	34,15	2,30%	19,19	3,76%
IBE	44,7	2,17%	21,75	3,38%
ALT	50	2,10%	21,46	3,38%
UNF	41,71	0,96%	17,35	3,36%
GAS	44,37	2,03%	21,5	3,34%
ABE	23,51	2,13%	22,49	3,29%
IBLA	3,83	0,52%	17,49	3,12%
ITX	44,85	1,49%	23,77	2,85%
AGS	26,9	1,62%	26,87	2,67%
FER	73,95	1,35%	25,64	2,63%
GAM	27,6	0,75%	25,9	2,31%
ANA	204,8	0,52%	26,04	2,18%
NHH	16,77	0,00%	26,65	1,88%
SGC	29,94	0,00%	59,88	0,84%
CIN	11,89	0,00%	0	0,00%

Conclusiones

A grandes rasgos, todo lo expuesto constituye la que creo es la mejor estrategia que puede adoptar un pequeño inversor que no quiera salir trasquilado de juego de la Bolsa. Espero que mis consejos, que os resumo a continuación, os ahorren malas experiencias. Como siempre, cualquier comentario es bienvenido. Buena suerte.

  • Toma tus propias decisiones, y responsabilízate de sus consecuencias. Esto incluye el decidir seguir los consejos que un desconocido, que ni siquiera es economista, da en un blog.
  • Invierte sólo dinero que te pertenezca, estés 100% seguro de que no vas a necesitar en los próximos 10 años y estés dispuesto a perder en el próximo crack de la bolsa.
  • Invierte en valores clave para la economía y de alta capitalización. A ser posible que pertenezcan a algún índice importante como IBEX 35, EUROSTOX 50, S&P500, NIKKEI.
  • Consulta las estimaciones de resultados para el año en curso y el siguiente, e invierte sólo en aquellos que tengan expectativas de crecimiento de sus beneficios.
  • Invierte sólo en empresas que den dividendo y, preferentemente, con una rentabilidad por dividendo ordinario mayor que el IPC.
  • Calcula el Ratio Fundamental de los valores que te interesan, y compáralo con el de otros valores para conocer las opciones de inversión más rentables del momento. Invierte preferentemente en valores con Ratio Fundamental mayor de 5%.
  • Revisa con lupa aquellos valores con Ratios Fundamentales altos, especialmente en lo que respecta a beneficios extraordinarios y splits en los últimos 12 meses.
  • Ten MUUUUUCHA paciencia para recoger los frutos de tu inversión. Hay que aprender a no dejarse llevar por el pánico en los momentos de crisis (ya que nuestras inversiones estarán en empresas sólidas) ni por la codicia en los momentos de bonanza (cuidado con las modas y los rumores).
  • No olvides pagar tus impuestos.