Al final, tendrás que luchar

La historia de la humanidad es la historia de unos pocos tratando de vivir de lujo a costa de los demás: chamanes, faraones, sacerdotes, patricios, clérigos, señores feudales, nobles, reyes, terratenientes, dictadores, tecnócratas, políticos, rentistas, empresarios, oligarcas… Sus historias son las que se cuentan, sus figuras las que se idolatran y sus conflictos los que padecemos el común de los mortales.

Los demás sólo somos el rebaño que esquilar, ordeñar y, eventualmente, sacrificar para mantener su modo de vida privilegiado. Nuestro papel en la sociedad se limita a producir los excedentes que consumen y acumulan, a renunciar a cualquier acción que perturbe el funcionamiento de los medios de apropiación de dichos excedentes, y a perpetuar el sistema engendrando a la siguiente generación de pringados.

Desde muy pequeños nos adoctrinan en las máximas de que la ley es justa y el mercado eficiente; en que nuestra organización social recompensa a cada uno en función de su esfuerzo, mérito y contribución al bienestar colectivo; en que vivimos en una democracia donde nuestro voto cuenta y nuestra voz se escucha y, sobre todo, en que la violencia siempre es mala, y que hay que renunciar a ella hasta cuando estamos siendo atacados.

Los beneficiarios de este sistema utilizan las escuelas y los medios de comunicación para enseñarnos a legitimar “el orden establecido”, que les sitúa a ellos en la cúspide de las estructuras de poder y dominación, y también a mantener la “paz social”, que hace posible su modo de vida privilegiado. Alcanzado este punto, sólo resta por superar un pequeño obstáculo para alcanzar la utopía: que quienes controlan el poder sean capaces de reprimir su propia codicia a niveles socialmente aceptables. Esto difícilmente puede lograrse por un periodo prolongado de tiempo.

¿Por qué? Pues porque como señala Montesquieu en “Del espíritu de las leyes“, el poder tiende de forma natural a expandirse si otro poder no le detiene. La idea que subyace a su pensamiento político se resume en la máxima de que para que no se pueda abusar del poder, es preciso que otro poder frene a ese primer poder. Y ese otro poder tienes que ser tú, nosotros, el rebaño. Pero como nuestro sistema social se ha construido sobre la base de incapacitar a la inmensa mayoría de la población para utilizar el poco poder del que se pueda dotar para frenar estos abusos, en la práctica no existe freno.

¿Que la vivienda está muy cara? No seas finolis y alquílate un trastero o un balcón. ¿Qué no hay trabajo? Hazte “emprendedor” como los Riders, o mejor, emigra y deja de dar por saco. ¿Qué te cobran el doble que hace 12 años por la electricidad? Es el mercado, amigo. ¿Cuantos productos que consumes han mejorado su relación calidad-precio “porque sí”? ¿a cuánta gente conoces que le hayan subido el sueldo “porque sí”?. ¿Te acuerdas cuando ser mileurista era una mierda y no una aspiración vital?… pues si te parece que estamos mal ahora, espérate a la siguiente vuelta de tuerca que está por llegar.

Porque siempre se puede estar peor y siempre se puede caer más bajo, sobre todo cuando alguien se va a beneficiar de ello y la filosofía vital de la mayoría de quienes van a sufrir las consecuencias es el “paso de follones”, “eso es muy difícil”, “no sirve para nada”, o el “mejor no te metas en política”. Cuando se deja campar a sus anchas a los poderes políticos, económicos y culturales la factura siempre nos acaba llegando en forma de recortes de derechos y libertades, deterioro de nuestra calidad de vida, peores servicios públicos y subidas de impuestos.

Hace poco salía una noticia de que las impresoras multifunción de una conocida marca no te permiten usar el escáner si te quedas sin tinta en alguno de los cartuchos. ¿No era suficiente vender la tinta a precio de sangre de unicornio e impedirte recargar los cartuchos por tu cuenta? Pues se ve que no. ¿Cómo es que se atreven a hacer semejante cosa, impensable hace unos años? Pues porque la gente sigue tragando con todo lo que les echan.

Igual que tragan con que les encierren ilegalmente porque hay una pandemia, con que les hayan cobrado durante décadas intereses e impuestos inconstitucionales y no les devuelvan el dinero, con que les impongan más y más impuestos porque no hay pan para tanto chorizo, con que los políticos incumplan sistemáticamente sus promesas electorales, con que ni siquiera se investiguen las responsabilidades de quienes abandonaron a su suerte a los ancianos que murieron en las residencias durante la primera ola.

Cuanto más tragues, más te darán a tragar… sobre todo si lo peor que les puede pasar es que te quejes mucho en redes sociales. E insisto, que aunque estemos mal, siempre podemos estar peor. Y lo estaremos si la sociedad no se planta y dice basta.

Mientras que quienes tenemos que actuar no actuemos, los beneficiarios de esta forma de organización social seguirán utilizando su poder para consolidar y expandir su privilegios. Aunque se oculte presentándolo como un conflicto ideológico y buscando chivos expiatorios, la realidad es que se trata de un problema sistémico, de desequilibrio de poder entre la sociedad y las élites políticas, culturales y económicas.

Una picadora de carne pica carne y nada más. Da igual que la picadora esté pintada con los colores de tu causa favorita, que quien la maneje prefiera picar otro tipo de carne o que le dedique la mejor de su sonrisas y le diga cosas bonitas a la carne mientras le da a la manivela. Al final, el resultado es el mismo.

Y aunque esta vez quizás no haya tocado a ti, mientras estés en el mostrador y la picadora funcionando corres el peligro de que al siguiente carnicero le parezcas una buena pieza. Sobre todo cuando la demanda de carne picada es infinita, porque igual que siempre se puede estar un poco peor, también siempre se puede vivir un poco mejor a costa de los demás, siempre se puede colocar a alguien más en tu red clientelar si lo van a pagar otros, y siempre se puede tener un poco más de poder si nadie trata de impedirlo.

Mientras no haya frenos y contrapesos al poder, cada vez se producirán más y más abusos en todas las esferas de la vida. Es tan inevitable, que casi podría decirse que es una ley universal del poder. Por eso es fundamental que existan no sólo mecanismos internos de auto-control, como los que propone la teoría clásica de la separación de los poderes del Estado, sino también externos, principalmente una ciudadanía crítica y beligerante con el Estado y las instituciones sociales en defensa de sus intereses.

Pero en España y en otros muchos países no tenemos ni lo uno ni lo otro, así que los agravios se siguen produciendo y la tensión acumulando hasta que la situación explote. Porque tan cierto como que el poder tiende a expandirse mientras no encuentre freno es que tus tragaderas tienen un limite, y lo acabarás alcanzado tarde o temprano si se sigue permitiendo que los poderes políticos, económicos y culturales campen a sus anchas. Es decir, si sigues dejándoles actuar sin hacer nada para contrarrestarlos.

Y cuando llegue ese día te vas a dar cuenta de dos cosas. La primera, que es mucho más difícil revertir las situaciones que se han tolerado durante años que prevenirlas antes de que se produzcan. Y la segunda, que ese día te encontrarás mucho más sólo y en una posición mucho más desesperada de la que estás ahora.

Cuando una relación de poder se altera, a la parte fortalecida le resulta más fácil emplear ese nuevo poder en su beneficio, y a la parte debilitada más difícil resistirse a futuros intentos de debilitarla aún más. Si esta dinámica se repite en una única dirección, el resultado es una espiral de crecientes abusos que nos conducen de forma irremediable a estallidos revolucionarios que reequilibren la situación e inicien un nuevo ciclo, o hacia una forma de gobierno totalitaria capaz de mantener a raya a la cada vez mayor masa de gente sin nada que perder.

Para no llegar a esa situación resulta fundamental que vivamos en pie de guerra permanente. No basta con manifestarse una vez al año o apuntarse a una asociación civil para figurar. Hay que coordinarse para hacer a diario acciones que socaven el sistema que nos perjudica, pequeñas o grandes; crear las circunstancias que cortocircuiten los medios de apropiación y dominación, plantear e implementar alternativas mejores a lo que hay y, sobre todo, responder siempre y en todo lugar a quienes atacan con su discurso la libertad de todos.

Van a por ti y a por cualquier cosa de valor que puedas tener. Llevan haciéndolo milenios. Por eso, es necesario que encontremos el tiempo, las fuerzas y los aliados para contrarrestar a estos poderes que quieren vivir a nuestra costa. Porque mientras haya quienes pretendan vivir a tu costa, quieras o no, te guste o no, al final tendrás que luchar por tu supervivencia y por tu libertad; por controlar al Estado y contra quines tienen intereses opuestos a ti. Lo único que puedes elegir es cuándo y en qué condiciones lo harás. Cuanto más tardes, más difícil va a ser. Así que la cuestión es ¿cuánto estás dispuesto a tragar antes de hacer algo al respecto?. No delegues en otros la salvaguarda de tu libertad o la acabarás perdiendo.

Desventajas de encontrar un empleo estable

El trabajo por cuenta ajena (comúnmente conocido como asalariado) no ofrece grandes expectativas de futuro. A finales de 2005, el número total de personas ocupadas era de 18,9732 millones, según la Encuesta de Población Activa. Ese mismo año, el Producto Interior Bruto del país fue, según los datos de INE, de 905.455 millones de euros. Es decir, que cada español en activo generó una media de 47.722,84€ ese año.

Lo más probable es que tu salario, si eres trabajador por cuenta ajena, esté por debajo de esos cuarenta y siete mil euros. No te sorprendas, en España los salarios, directivos incluidos, sólo representan el 47% del PIB (fuente INE). El resto de la riqueza generada se la quedan las empresas, que cada año quieren más. Como muestra un botón: Desde 1999, el PIB ha crecido más que los salarios, que cada vez representan un porcentaje menor frente al crecimiento de la economía.

Si eres uno de esos 15 millones de españoles que tienen un trabajo por cuenta ajena sólo quisiera agradecerte que seas tan generoso, cediendo una parte tan importante del valor que generas cada día a personas que son más ricas que tu. ¡¡Eso es verdadera solidaridad!!

Trabajar para otros

Supongo que la gente asalariada no se para a analizar cómo se gana la vida. Simplemente consiguen un trabajo llegada una edad, y empiezan a ganar una cantidad determinada de dinero a cambio de ofrecer a la empresa sus servicios una determinada cantidad de horas al mes. Esto, que puede parecer una buena idea de ganarse la vida, es lo peor que puede hacer una persona medianamente inteligente.

La principal pega ya la conocéis, no existe una correlación entre el valor que el trabajo de los empleados genera para la empresa y lo que la empresa les paga. La empresa siempre paga menos, de otro modo no obtendrían beneficios.

Bajo este tipo de sistema retributivo, cuando desarrollamos algo que suponga un beneficio para la empresa lo más probable es que no disfrutemos de una recompensa acorde al beneficio creado. Seguiremos cobrando nuestro sueldo por las horas trabajadas y, en el mejor de los caso, recibiremos un bono o incluso hasta un aumento si lo hacemos con cierta regularidad. Sólo aquellos que son empresarios disfrutan de toda la recompensa de su trabajo.

Yo mismo cree un sistema que calculaba con total precisión los incentivos por compra de todos los clientes. Este sistema, que no era más que una compleja hoja de cálculo, le ahorró a la empresa en la que trabajaba casi 9.000 euros al año, sin contar las horas de trabajo ahorradas gracias a la automatización. ¿Cuando de todo ese valor, que creé en unas 8 horas (extra, por cierto) de trabajo, repercutió en mi? Os lo diré: 0,00€. Así que, ¿por qué molestarse?. Si la empresa hubiera sido mía, habría valido la pena.

Dejando a parte de la limitada rentabilidad de ser empleado por cuenta ajena, también hay que tener muy presente que serlo es extremadamente peligroso.

Curiosamente la gente percibe que trabajar por cuenta ajena es poco arriesgado mientras que trabajar por cuenta propia es muy arriesgado. ¡¡¡En realidad es todo lo contrario!!! ¿O acaso no es arriesgado ponerse en una situación en la que otra persona puede privarte del 100% de tus ingresos instantáneamente tomando la decisión de despedirte?

No existe seguridad si no se tiene el control de la situación, y os garantizo que los empleados por cuenta ajena tienen menos control que nadie sobre sus ingresos. Además, ¿qué es más seguro, tener una única fuente de ingresos o tener varias?

Estos no son, ni mucho menos, los únicos problemas de ser asalariado. Quizás el más peligroso para el “espíritu” es el hecho de que, al elegir trabajar por cuenta ajena, el individuo renuncia a elegir qué actividades realizar y a auto-organizar su trabajo. En definitiva, renuncia a su libertad: Aceptamos trabajar unas horas determinadas, según unas normas determinadas, haciendo unas cosas determinadas una y otra vez dentro de los plazos previstos.

Entramos en un entorno diseñado para domesticarnos. Regido por normas absurdas y con la amenaza siempre presente de ser disciplinados si no las cumplimos. El horario, la vestimenta, los procedimientos internos de control, los temas de conversación adecuados entre compañeros de trabajo…

Si no te atreves a decirle a tu jefe lo que verdaderamente piensas de las cosas que suceden en el trabajo, hace tiempo que dejaste de ser libre. Desde el mismo momento en el que firmaste el contrato de trabajo pasaste a formar parte de una organización oligárquica, donde los valores democráticos, por los que tanto se ha luchado en la esfera política, carecen de valor y no tienen cabida.

Cuando eres empleado de una empresa (y no “por” la misma, interesante matiz lingüístico) te puedes ver en la obligación de trabajar con superiores que se comportan de manera estúpida, maleducada o grosera. Te ves también en la obligación de mendigar una subida de sueldo, llegando al punto de hacer increíbles sacrificios para demostrar que lo mereces. Este tipo de situaciones no se dan cuando eres tu propio jefe. Si un cliente no te gusta, no tienes que trabajar con él. Si quieres más dinero, aumentas tus precios y si a alguien le parece mal, no hay que dedicarle ni un minuto más de tu tiempo.

Demasiado tiempo como asalariado, trabajando en un entorno que anula nuestra libertad, acaba por convertirnos en dependientes de nuestro propio trabajo en el sentido de que, con el tiempo, habremos limitado el rango de cosas que sabemos hacer a aquellas que hayan sido útiles para nuestro empleador. Con unas habilidades mermadas, y la voluntad quebrantada, los trabajadores quedan a merced de sus empleadores, quienes no dudarán, llegado el momento, en congelarles el sueldo y despedirlos/pre-jubilarlos tan pronto se demuestre que es una opción rentable.

Auto-empleo: Una vía de escape para una vida plena

¿Es posible ganarse la vida sin la necesidad de un empleo? ¡¡¡ Por supuesto!!! Sólo hay que encontrar una forma alternativa de generar ingresos. Por lo general, haciendo algo que nos apasione.

Ten en cuenta que los ingresos se consiguen no por el tiempo que trabajas, sino por el valor que generas para otros. Aunque las empresas paguen a sus empleados por tiempo trabajado, contratan personas capaces de generar ese valor.

Si tienes (o has tenido) un trabajo, ya has demostrado que eres capaz de generar valor para otros. Lo “único” que te resta por hacer es encontrar la manera de proporcionar el máximo valor posible a aquellas personas que más se pueden beneficiar de él, y cobrarles un precio razonable.

Seguramente te lleve tiempo y un gran esfuerzo, pero la recompensa merece la pena. Lo único que separa a cualquiera de una vida en la que gane más dinero y trabaje menos horas es el miedo a intentarlo.

Te planteo dos preguntas: ¿por qué trabajas en lo que trabajas? y ¿a qué te dedicarías si tuvieras todo el dinero que puedas necesitar? Si las respuestas a ambas preguntas no están en consonancia, te animo a conseguir que así sea:

Lo lograron porque nadie les dijo que era imposible
– Sabiduría Popular –

Algunos sitios para empezar:

 

O si no quieres cambiar de vida: