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Etiqueta: información
The Corporation ¿Instituciones o psicópatas? – Documental
Título original: The Corporation | Ir al vídeo
Tema: Empresas. Evaluación 4.25/5.
Año 2003. Dur: 172′. Producido por Mark Achbar.
Web: http://www.thecorporation.com.
Las sociedades mercantiles o empresas (denominadas erróneamente como “corporaciones” en la versión es español) se crearon durante el siglo XIX como forma de propiedad de una actividad económica. Gracias a esta fórmula, un grupo de personas podían organizarse para obtener beneficios a través de instituciones jurídicamente independientes de quienes las controlan y de quienes trabajan en ellas. Este sencillo tecnicismo encierra una de las innovaciones legales que más radicalmente han transformado no sólo la economía humana, sino también las relaciones sociales y nuestro sistemas de valores.
La clave para comprender las repercusiones de esta innovación es el concepto de responsabilidad limitada, en virtud del cual, los propietarios de las empresas son capaces de eludir las responsabilidades de su actividades económicas, al quedar esta limitada a la empresa y, en el mejor de los casos, a sus administradores. Esta característica permite a las empresas generar riqueza para sus propietarios de forma mucho más eficaz, ya que cualquier cosa que se haga mal será responsabilidad de la empresa, que es un ente incorpóreo e inmortal accionado por personas reemplazables.
La combinación de responsabilidad limitada y búsqueda ilimitada de mayores beneficios convierte a las empresas, según alguno de los entrevistados, en una grave amenaza para nuestra superveniencia, ya que a las empresas sólo les preocupan los beneficios de sus accionistas, anteponiéndolos al bien público y al bienestar del resto de personas que se ven afectadas por ellas. Como reconoce en el documental la CEO de “The Body Shop”, “TODO el legítimo para la obtención de beneficios”.
Desde esta perspectiva, la consecuencia lógica de la limitación de responsabilidad es que este tipo de organizaciones tiendan a generar el máximo coste colateral que la sociedad les permita, o pueda asumir, para mejorar su cuenta de resultados: desde la explotación de mano de obra esclava, la contaminación del medio ambiente con residuos sin tratar, la comercialización de productos peligrosos y/o sin un estudio riguroso de sus efectos sobre la salud humana, la privatización de recursos naturales para convertirlos en mercancías, etc…
Las empresas como psicópatas
La mayor parte del documental está dedicada a repasar algunos ejemplos de estos efectos colaterales que producen las empresas al socializar los costes de su actividad con el fin de obtener el máximo beneficio. Temas que también son tratados por otros documentales de una forma más monográfica, y que sirven de muestra sobre cómo la empresa está en el origen de muchos problemas sociales modernos.
A partir de estos ejemplos, el documental traza un paralelismo entre el comportamiento de las empresas y el perfil clínico de un psicópata, caracterizado por:
- Cruel indiferencia por los sentimientos de los demás.
- Incapacidad para mantener relaciones duraderas – Deslocalizaciones, temporalidad.
- Desprecio por la seguridad de los demás.- Comercialización de productos peligrosos para la salud o producción de daños medioambientales.
- Mentir y engañar sistemáticamente a los demás para obtener un beneficio.
- Incapacidad para sentirse culpable (la culpa es de otro).
- Incapacidad para adaptarse a las normas sociales (salvo que sea rentable).
Un fiel reflejo de este diagnóstico es el testimonio de Charleton Brown, intermediario financiero que -con toda crudeza- expone las verdades incómodas del fundamentalismo de mercado: Las catástrofes traen oportunidades de negocio… los atentados del 11 de septiembre de 2001 permitieron que muchos se enriquecieran en el mercado del oro, la guerra del golfo disparó la rentabilidad del petroleo y, en general, los conflictos armados mejoran los beneficios en el comercio de materias primas. Como dicen en el documental, “cada vez que se tala un árbol, hay un vertido de crudo o se diagnostica un cancer, sube el PIB“.
El problema radica en que, desde la óptica de la empresa, toda decisión se evalúa exclusivamente desde una perspectiva económica y con el objetivo de maximizar el beneficio a corto plazo. Si el beneficio potencial compensa el riesgo que se corre, incumplir las leyes, vulnerar los derechos humanos o tomar cualquier otro tipo de decisión moralmente reprobable es opción estratégica; y mientras no se le atribuya un valor económico igual o superior a la propia actividad económica que se desarrolla, las empresas seguirán sin considerarán las implicaciones morales, sociales o medioambientales de sus acciones. Incluso si los propios trabajadores rechazan las prácticas de su empresa, se ven en la tesitura de cumplirlas para conservar sus empleos.
Es por esto que, sólo cuando el conocimiento de sus practicas empresariales genera rechazo entre los clientes -y una potencial merma de las ventas- aparece la preocupación por los “daños colaterales” que produce su actividad económica. Así nacieron las iniciativas de Responsabilidad Social Corporativa; que, aunque positivas, no son más que acciones de marketing que dedican una ínfima cantidad de los recursos de la empresa a lavar la mala imagen que producen el resto de sus actividades. Si a las empresas realmente les preocuparan los costes que externalizan hacia la sociedad, los reducirían, aunque ello supusiera una merma de su competitividad y/o beneficios
La apropiación de los bienes comunes
El afán de expansión de las empresas les lleva a invadir todos los ámbitos de la vida, y a querer apropiarse de todo lo que existe, llegando incluso a invadir aspectos de la vida que tradicionalmente se han mantenido fuera de la dinámica del mercado. Bajo la premisa de que la riqueza sólo se crea cuando se posee de forma privada, empresas y gobiernos se afanan en la parcelación de los bienes comunes amparándose en el discurso de las supuestas bondades de las privatizaciones, desregulaciones y libre comercio. Sin embargo, esta forma de actuar no crea riqueza, sino que la usurpa poniéndole una valla y declarando propiedad privada algo que es de todos, como pasa con la apropiación del conocimiento mediante el uso de patentes.
Algo similar ocurre con las instituciones públicas que ofrecen servicios fundamentales para la sociedad: se están transfiriendo sistemáticamente a manos privadas con la escusa de obtener una ganancia marginal de eficiencia en su funcionamiento. Sin embargo, esto no siempre se consigue y, cuando se logra, es a costa de un peor servicio o mayor coste para sufragar los beneficios, porque las empresas privadas no pueden funcionar con pérdidas. Es por eso que es necesario un sector público fuerte que pueda funcionar con pérdidas, de modo que garantice la prestación de ciertos servicios (educación, sanidad, acceso a suministros), pueda subvencionar sectores productivos dependientes, y mantener el empleo para reactivar el consumo durante las recesiones -en vez de limitarse a reducir plantilla para mantener la rentabilidad, o cerrar si no lo consigue.
Como ya se demostró en el caso de los bomberos privados (63′), hay ámbitos de la vida en que la gestión privada es contraproducente para todos. Hay cosas demasiado esenciales para el bien púbico como para que se consideren oportunidades de negocio, por eso es necesario tomar la decisión política de sacar este tipo de productos y servicios del mercado. Como se comenta en el documental, la esclavitud desapareció no porque dejara de ser rentable, sino porque se tomo la decisión política de que el ser humano no podía ser una mercancía ni una propiedad.
Además de abrir nuevos mercados -apropiándose de los bienes comunes- las empresas también invaden el espacio público para lograr sus objetivos. A la tradicional publicidad, se van añadiendo nuevas formas de relaciones públicas dirigidas a lograr que los consumidores compren sus productos. El grado de manipulación puede llegar a ser enorme, desde la publicidad que enseña a los niños como dar mejor la lata para a sus padres para que les compren lo que han visto en la tele, a la creación de manifestaciones tridimensionales de las marcas y los valores que personifican (“como disneyworld“), la publicidad encubierta (mensajes que no parecen publicidad ni que vayan dirigidos a nosotros), o la creación de grupos -presentados como expertos independientes- para la defensa de sus intereses.
El objetivo final es convertir a la población en consumidores mecánicos de productos que no necesitan, que se encuentren disociados unos de otros y llenen sus vidas satisfaciendo necesidades creadas por las empresas, desempeñando la función social que nos han asignado y viviendo según los valores que nos han inculcado (como que el transporte público es para quien no tenga más remedio). Si lo que hacen es ético o no, no les interesa: los publicistas (como todos) se limitan a hacer su trabajo.
Indiferencia hacia la democracia y los derechos humanos
La tercera parte de “The Corporation” repasa el largo historial de indiferencia hacia la democracia y vulneración de los derechos humanos de estas compañías, propiciado por el hecho de que las empresas no están integradas en el procesos democráticos, ni sometidas a ellos. Aunque, en teoría, las empresas deben cumplir las leyes, esto no garantiza que lo hagan, ni que -aun respetando los límites de la ley- las actividades que desarrollan no produzcan daños en otras personas y/o el medio ambiente.
Es de sobra conocida la estrecha cooperación entre la industria y los gobiernos, así como la capacidad que tienen las empresas para presionar a estos últimos de muy diferentes maneras. Independientemente de la forma de gobierno que adopte un Estado, en todos ellos la línea que separa a los responsables del sector público y del sector privado es muchas veces difusa, o directamente no existe; lo que ha llevado, en no pocas ocasiones, a que los gobiernos sean instrumentos en manos de los grandes empresarios locales y/o extranjeros.
Cuando las grandes transnacionales no han podido persuadir a los gobiernos para imponer políticas económicas “impopulares”, pero muy beneficiosas para ellas, no han dudado en financiar a otras opciones políticas más afines a sus intereses. Un ejemplo claro de este fenómeno es la ascensión del fascismo en Europa, que se produjo (en parte) gracias a la financiación y el apoyo mediático que estos grupos extremistas obtuvieron de las grandes empresas. Una vez alcanzado el poder, los gobiernos totalitarios “recompensaron” a quienes les apoyaron con una regulación que acallará las reivindicaciones sindicales, fortaleciera su control de los mercados y protegiera sus beneficios empresariales; todas ellas políticas gubernamentales muy positivas para la economía, como se ha demostrado con el milagro económico chino.
El recurso al golpe de estado es un caso clásico en el continente americano: Guatemala (1954), Chile (1973), Bolivia, Argentina y Brasil durante los años 1970, e incluso Honduras recientemente (2008). Sin embargo, el rechazo internacional hacia los gobiernos golpistas de sudamérica hizo que, a partir de la década de 1980, el control de los gobiernos democráticos empezara a ejercerse a través de organismos internacionales “neutrales” -como el Fondo Monetario internacional o el Banco Mundial- que imponían estrictos planes de ajuste y restructuración económica como requisito para acceder a los fondos necesarios para evitar la quiebra. Así ocurrió en Polonia (1989), Rusia después del colapso de la URSS, o Sudáfrica una vez finalizado el apartheid. Quedó claro que no era necesario un golpe de estado para obligar a un gobierno a reestructurar la gestión pública en beneficio de las empresas, basta con crear las condiciones necesarias (“crisis” o “emergencias”) para que no tenga otra opción, y la opinión pública acepte con resignación los cambios. Esta estrategia ha sido bautizada como “la doctrina del shock”.
Hacia la economía democrática
Como ya se ha visto, la empresa crea mucha riqueza para sus propietarios, pero lo hace apropiándose de los recursos naturales del planeta y explotando a los más débiles como mano de obra barata para transformar dichos recursos naturales de una forma derrochadora. Cuando encuentra trabas a sus planes de expansión económica no duda en subvertir el sistema legal y el principio democrático para que sirvan a sus intereses, hasta el extremo de que la ONU se empieza a plantear la necesidad de crear un tribunal para juzgar a multinacionales. Los daños que generan este tipo de organizaciones superan con creces los beneficios que obtienen unos pocos de ellas.
Para poner freno y reconducir los efectos perniciosos del dominio de las grandes conglomerados empresariales, el documental plantea como solución la democratización de la economía, es decir, someter a las empresas y a la economía al control democrático de los ciudadanos, de modo que estos puedan opinar sobre lo que pasa en los mercados, y tengan la capacidad de modular las actividades empresariales y financieras que les afectan directa o indirectamente.
Entre las medidas propuestas destacan -a mi entender- “despojar” a las empresas de su “derechos” como “personas” (jurídicas), la disolución de aquellas que incumplan reiteradamente la ley (ofreciendo a los trabajadores la posibilidad de reconvertirlas en cooperativas), o permitir que trabajadores y consumidores puedan participar en igualdad de condiciones en los consejos de administración donde se toman las decisiones que les afectan. Como dice Milton Friedman en el vídeo, “es necesario crear estructuras en el mercado que incentiven a las corporaciones a hacer lo correcto”.
En definitiva, se trata de poner a la empresa al servicio a la comunidad para satisfacer las necesidades de todos, en vez de permitir que sean las empresas las que utilicen a la sociedad para alcanzar el máximo lucro posible; algo que sólo será posible con gobiernos verdaderamente democráticos, al servicio de los ciudadanos y sometidos a su control, que sean capaces de impulsar cambios legislativos ambiciosos que permitan alcanzar estos objetivos. Es por esto que resulta fundamental recuperar el control sobre los gobiernos para hacer prevalecer, desde ellos, la lógica de la democracia sobre la lógica del mercado. Todo llegará… si nos esforzamos por que ocurra.
Outfoxed – ¿Información, entretenimiento o propaganda?
Título original: Outfoxed (subtitulos en español) | Ir al vídeo
Tema: Medios de comunicación, propaganda, manipulación | Evaluación 3.75/5.
Año 2004. Dur: 78′. Producido por Carolina productions.
Web: http://www.outfoxed.org/
Aunque exclusivamente centrado en la guerra declarada por Rupert Murdoch al periodismo, Outfoxed expone con claridad el peligro que supone para la democracia la concentración de la propiedad de los medios de comunicación en las manos de unos pocos, tendencia que cada día se hace más fuerte.
A lo largo del documental podemos conocer, de boca de sus ex-empleados, como los dueños de los medios de comunicación sesgan los contenidos que se difunden (además de las noticias). No es sólo que elijan por nosotros qué se muestra y qué no… y cuanta visibilidad merece un tema o asunto en particular; también se manipula la forma de narrar y presentar los contenidos de forma que promuevan un determinado punto de vista.
Fox News fue pionera en borrar abiertamente la linea entre la información y el comentario, en abandonar el periodismo basado en hechos y sustituirlo por “creación de opinión” para influir en la percepción de su público. El del férreo control sobre la linea editorial que se denuncia en el vídeo va más allá de la redacción: también se premia a los invitados y comentaristas más extremistas, y se castiga y censura a quienes se salen del guión.
Algunas de las técnicas del periodismo moderno se las debemos a la FOX, tales como cortar abruptamente a los invitados que dicen cosas que chocan con la linea editorial, introducir en el debate opiniones sin atribuirlas a fuentes concretas, o los debates en desigualdad de condiciones, donde los puntos de vista coinciden mayoritariamente y quienes discrepan lo hacen sin fuerza ni capacidad argumentativa… todo vale para dar la “forma adecuada” a la realidad en la cadena que se publicita como “justa y equilibrada“.
Como se ilustra en el documental, el éxito de sus esfuerzos para influenciar la opinión de su audiencia es notable. Comparadas las respuestas a preguntas sencillas sobre hechos concretos, como si como si se logró establecer una relación entre Saddam Hussein y Al-qaeda, o si había armas de destrucción masiva en Irak (motivo oficial de la invasión); las respuestas del público de noticias Fox difería considerablemente de la respuesta media del conjunto de los encuestados, y eran más similares al discurso oficial de la Administración Bush.
Esta transformación de la difusión de información “objetiva” en difusión de “opinión” en favor de los intereses de la cadena ha sido posible gracias a la buena acogida que ha tenido por parte del público. El éxito de la FOX se basa en filtrar lo que no gusta a su audiencia, que prefiere vivir engañada en una realidad donde todo el mundo piensa como ellos; y ha sido tal su repercusión que las cadenas competidoras han seguido su estela a la vista de que la gente prefiere el periodismo partidista en linea con sus convicciones. Si la gente no prestara atención a este tipo de periodismo, dejaría de existir, pero cuesta resistirse a escuchar a quienes dicen barbaridades (de ahí el éxito de la telebasura).
Aunque obvie decirlo, para tener una visión completa y lo más objetiva del conjunto también hay que estudiar seriamente otros puntos de vista, especialmente cuando no nos gustan y/o contradicen nuestra visión del mundo y de cómo deben ser las cosas.
Desgraciadamente para el periodismo y la democracia, aquellos que traten de informar de forma objetiva al margen de la linea editorial tiene los días contados en las redacciones de los medios tradicionales, controlados por empresas en busca de beneficios. Por eso, más que nunca, necesitamos Internet y el activismo a pie de calle para contrarrestar a los lobbies de la información.
Aunque se hable de la FOX, estas reflexiones son igualmente aplicables a cualquier medio de comunicación del signo ideológico que sea. Hay quienes hacen más esfuerzos por informar de verdad que otros, pero todos están necesariamente sesgados (incluido este blog, claro).
NOTA: La calidad del vídeo es un poco mala, si te apañas con el inglés recomiendo mejor esta versión del vídeo
Lo que no dice la publicidad sobre la receta de Coca-Cola
Después de muchos años por fin he comprendido, gracias a la publicidad, que la Coca-Cola es un alimento básico que está situado en la base de la pirámide alimentaria. O eso deben creer en el departamento de marketing a la vista de la última campaña de publicidad que ha aparecido recientemente en paradas del autobús y vallas publicitarias.
En la campaña, que reproduzco más abajo, se muestra la sinuosa botella de cristal de Coca-Cola vacía sobre fondo blanco, con las típicas gotas como de rocío sobre el cristal, y un texto que dice “Sin conservantes añadidos. Sin aromas artificiales. Desde 1886”. Nada de movimiento ni diseño gráfico innovador… solo una botella vacía sobre fondo blanco. Una campaña muy probablemente dirigida a adultos preocupados por la conveniencia de incluir en su dieta (o la de sus hijos) semejante producto.
Supongo que para el consumidor medio esta campaña será un impacto publicitario más de los miles que recibe a diario, pero a mi particularmente me ofende la forma en que se utilizan texto e imagen para establecer un paralelismo entre la Coca-Cola y el agua: Ambos tan cristalinos (¿por qué la botella está vacía?), tan refrescantes, “sin conservantes añadidos, sin aromas artificiales y de toda la vida”, en una palabra, tan naturales… Si para algo ha servido la psicología y el estudio de la heurística es para hacer publicidad más efectiva.

A la izquierda, marquesina de parada de autobús con la publicidad de Coca-Cola. A la derecha, botellín de Coca-Cola en la sección de zumos refrigerados, que es donde debería estar.
AVISO LEGAL: En ningún momento se utiliza el término “natural” o equivalentes referidos a los productos de Coca-Cola Company. La empresa niega toda responsabilidad sobre cualquier interpretación errónea que los consumidores puedan hacer de sus campañas de publicidad.
Los ingredientes de la Coca-Cola
Según la etiqueta que aparece en la foto, la Coca-Cola contiene agua carbonatada, azúcar, colorante E-150d (o “caramelo al amoniaco“, que contiene 2-acetil-4-(5)-tetrahidroxibutilimidazol, sustancia que puede afectar al sistema inmune y que la FAO/OMS recomienda no ingerir por encima de 200 mg/día por kg de peso), acidulante E-338 (o ácido fosfórico, que se obtiene mediante el tratamiento químico de rocas de fosfato de calcio. Entre sus propiedades están el producir descalcificación y poder ser corrosivo (aunque no toxico) en soluciones a partir del 85%), y “aromas” (incluyendo cafeína).
Como cabría esperar, la publicidad de Coca-Cola no miente, pero eso no significa necesariamente que diga la verdad. En la escueta información de la etiqueta no se menciona entre los ingredientes ningún E200, que es el grupo de los conservantes que se hubieran podido añadir. Sin embargo, el hecho de que se matice que no tiene conservantes “añadidos” hace sospechar que alguien se está cubriendo las espaldas, así como el indicar una fecha de consumo preferente (unos 12 meses desde el punto de venta) hace sospechar que el producto necesita cierto grado de conservación. Sin embargo, todo esto no son más que especulaciones; resulta más interesante el caso de los aromas añadidos.
Obviando el hecho de que tener que añadir aroma a un alimento es ya bastante artificial de por si, conviene saber que la normativa europea distingue entre aromas artificiales, que son aquellos obtenido por síntesis química, pero no químicamente idénticos a sustancias naturales; aromas naturales, obtenidos a partir de una materia de origen vegetal o animal en estado natural o transformada con vistas al consumo humano por procedimientos tradicionales; y otros aromas, idénticos molecularmente a los naturales, pero obtenidos mediante procedimientos químicos.
Cuando son artificiales es obligatorio ponerlo en la etiqueta, y el término natural solo se puede utilizar cuando los aromas cumplen rigurosamente con los requisitos que implica esta denominación. Por tanto, cabe pensar que los aromas añadidos a la Coca-Cola son producidos industrialmente, aunque nos quedamos sin saber cuáles son, a parte de la cafeína.
Uno de los ingredientes que no se mencionan explícitamente en el etiquetado podría ser el extracto de hoja de coca (¿un “aroma”?), que parece se sigue utilizando y del que no se pueden extraer todos los alcaloides de la cocaína, por lo que la bebida contendría trazas de dicho estimulante. En la etiqueta tampoco se indica la cantidad de E-150d que contiene la Coca-Cola, a pesar de que la OMS ha establecido una recomendación sobre la cantidad máxima segura para la salud.
En definitiva, aunque resulta difícil sacar conclusiones dada la falta de información fiable, si de algo estoy seguro es de que la Coca-Cola NO es un producto natural, que convenga consumir regularmente en una dieta equilibrada, por muchos millones que se inviertan en confundir a los consumidores.
Idoneidad para la salud e información para el consumidor
La falta de información, u opacidad, es una de las características principales de las economías de mercado. Al parecer, una de las máxima de esta economía es que “cuanto menos sepa el consumidor, mejor para todos”. ¿Por qué conviene que el consumidor no sepa el origen y composición exacta de productos que consume, la estructura de costes y margen de beneficios de los mismos, o el impacto ecológico y social de su producción? Esta es la clase de información a la que no se da publicidad. Conviene que recordemos que la publicidad es una versión sesgada e incompleta de la realidad.
Por otra parte, me preocupa que los gobiernos permitan a las empresas ocultar información a los consumidores, como pasa con los aceites vegetales, categoría que engloba desde el aceite de coco hasta el de oliva, donde se mezclan sin diferenciar productos con propiedades muy diferentes para la salud (por ejemplo, en grasas saturadas).
En este sentido, el caso de Coca-Cola me parece sangrante, ya que se permite la comercialización de un producto para consumo humano cuya composición exacta es un secreto comercial, y que supuestamente contiene ingredientes secretos sobre los que no podemos conocer su idoneidad para la salud.
Lejos de mi intención acusar esta, u otra, empresa transnacional de anteponer sus beneficios a la salud de la población; ni de poner en duda la diligencia de las autoridades a la hora de proteger la salud pública y regular los mercados en beneficio de los consumidores. Quiero pensar que el secreto de la fórmula de Coca-Cola es sólo una estrategia de marketing y que se ha verificado que los productos de esta marca son seguros para el consumo humano. Sin embargo, me preocupa tener que pensarlo en vez de saberlo, como me preocupa sospechar que mi salud se contabiliza como un gasto en el balance de las empresas de alimentación; y que cotiza en bolsa.
El futuro de los alimentos
Título original: The future of food | Ir al vídeo
Tema: Biotecnología y Patentes. Evaluación 4.5/5.
Año 2004. Dur: 88′. Producido por Deborah Koons.
Web: http://www.thefutureoffood.com/
En “The future of food” se desvela como la industria biotecnológica y agroalimentaria se han unido para controlar el mercado de los alimentos. Desde que la Corte Suprema de EE.UU abrió la puerta para poder patentar organismos genéticamente modificados, las grandes empresas del sector, como Monsanto o DuPond, han utilizado sus patentes para apropiarse de todo aquello que contenga sus genes patentados. Un ejemplo terrible de como el sistema de patentes no protege el conocimiento, sino que lo privatiza.
De este modo, Monsanto ha obligado a los agricultores cuyos cultivos han sido contaminados por cepas transgénicas a destruir sus reservas de semillas (o pagar la licencia por el uso de “su” tecnología), como parte de una estrategia dirigida a ir reduciendo la cuota de mercado de las semillas tradicionales, que progresivamente se irán contaminando conforme avancen los cultivos transgénicos. Paralelamente, estas empresas han ido absorbiendo a sus competidores hasta configurar un gran oligopolio en el mercado de semillas y la producción de pesticidas y fertilizantes.
Durante el documental se explican las técnicas invasivas de las que se sirve la ingeniería genética para obrar sus “milagros”: Primero se debilitan las células receptoras y, mediante virus y bacterias, se invade el núcleo con ADN con la esperanza de que se recombine. Para separar las recombinaciones exitosas del resto se implanta también genes resistentes a un antibiótico específico, y luego se expone la muestra a dicho antibiótico. Los organismos que sobreviven son los que buscábamos, listos para introducirse en la cadena alimentaria junto a su recientemente adquirida inmunidad antibiótica.
Sin embargo, estas nuevas formas de vida modificadas genéticamente no ofrecen a los consumidores ventajas sobre los alimentos tradicionales. La biotecnología desarrollada hasta la fecha se centra principalmente en beneficiar a los productores de biotecnología. Ejemplo de esto son la “tecnología terminator”, que hace que las cosechas sean estériles (luego no se puede guardar parte de la cosecha para plantar la siguiente y hay que volver a comprar semillas todos los años), o los organismos que necesitan aditivos específicos (y patentados) para poder germinar (con lo cual hay que comprar los fertilizantes a la empresa que vende las semillas). ¿Qué pasará cuando estas características de organismos genéticamente modificados contaminen las cosechas tradicionales y las semillas híbridas hereden las características de su progenitor modificado?
El documental también denuncia la permisividad de los gobiernos respecto a la regulación de estos organismos modificados genéticamente, y su incorporación a la cadena alimentaria. Como pasa en España con el recién creado ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, los máximos responsables de las agencias de control gubernamental son, han sido o serán después responsables de las principales compañías de la industria agroalimentaria, y fomentan la desregulación a favor de los beneficios empresariales en vez de la regulación para proteger a la población de una tecnología que no ha sido suficientemente estudiada.
Sólo de este modo se puede explicar que todavía hoy se nos niege el derecho a saber qué es lo que estamos comiendo. Las empresas se oponen, y los gobiernos permiten, que en el etiquetado no se indique qué ingredientes modificados geneticamente utilizan cada producto. No es sólo que no tengamos el derecho a elegir lo que consumimos; sin esta información no se puede rastrear los efectos sobre la salud de los organismos modificados genéticamente.
A pesar de la opacidad generalizada en torno a los productos genéticamente modificados, las graves consecuencias sobre la salud de estos productos una vez incorporados en la cadena alimentaria sacó a la luz su propia existencia. Tal fue el caso que se comenta del maíz transgénico de Starlink utilizado en una alta gama de productos produjo reacciones alérgicas en los consumidores, y tuvo que ser retirado del mercado en 2001.
A pesar de las señales de alarma, no se está investigación la idoneidad de los nuevos organismos geneticamente modificados para el consumo humano. Dado que la financiación de las universidades es mayoritariamente privada (como se pretende en Europa la Declaración de Bolonia), las investigaciones que tratan de investigar el impacto sobre la salud son sutilmente desincentivadas mientras que las que demuestran las bondades de la biotecnología son generosamente financiadas. La mercantilización de la universidad ha servido para callar las voces críticas con estas tecnologías experimentales.
La manipulación genética sigue siendo una tecnología cuyas consecuencias a largo plazo no se pueden prever, ni estudiar por la falta de información para su trazabilidad. Como dicen en el vídeo, probablemente sea el mayor experimento biológico que la humanidad haya realizado. Un experimento sobre el sustento de nuestra existencia, que no ha sido autorizado y se está haciendo a escala planetaria sin control, y para el que puede que nuestro ADN y sistema inmunológico no esté preparado…
Eres lo que comes.
El camino a la verdad empieza por preguntar el por qué de las cosas
Todo lo que ocurre tiene una causa, la conozcamos o no. Todas las decisiones que toma la gente tienen un motivo, lo compartamos o no. Detrás de cada comportamiento, por muy reprochable que nos pueda parecer, hay una razón, que es la que impulsa la acción. Conocer los motivos que se esconden detrás de cada cosa nos permite valorarlas adecuadamente, y tomar una decisión acertada en cada momento. Por desgracia, no estamos acostumbrados a indagar, ni se nos ayuda a pensar por nosotros mismos.
Dos son los agentes responsables, a mi entender, de la falta de interés generalizada en buscar respuestas por uno mismo: el sistema educativo y los medios de comunicación. Ninguno de los dos ayudan a las personas a desarrollar el pensamiento crítico y autónomo. En vez de eso, la función de estas instituciones se centra en facilitar de forma consistente las respuestas “correctas” (denominadas “conocimientos” o “información”) a todas las preguntas… de forma tan unánime que es difícil cuestionarse su veracidad.
El caso de los medios de comunicación es, quizá, más claro. Nos bombardean con una serie de hechos que supuestamente son representativos de la realidad, pero que ha sido seleccionados editorialmente por su interés (¿interés para quién?), sin indagar en las causas que los provocaron. De este modo, se anula la capacidad de raciocinio y se altera la percepción que tienen las masas de la realidad. Como dijo Michael Crichton, “El reto más grande al que se enfrenta la humanidad es la distinción de la realidad sobre la fantasía, la verdad sobre la propaganda”.
Esta manipulación es posible, en gran medida, gracias a que los sistemas educativos nos han preparado previamente. Dichos sistemas, basados en la transmisión y memorización de información más que en el descubrimiento y el aprendizaje, están diseñados como sistemas de instrucción para prepararnos para el mercado laboral, que ayudan a los alumnos a acostumbrarse a cumplir un horario, a repetir tareas y rutinas de comportamiento, y a aceptar el conocimiento tal y como nos es inculcado por la autoridad.
Desgraciadamente, la educación de nuestro tiempo no es una herramienta para promover la libertad, sino todo lo contrario. En vez de ayudarnos a desarrollar el pensamiento crítico y otros hábitos basados en el auto-descubrimiento y el auto-aprendizaje, mata la curiosidad y atrapa a las personas en una falsa realidad en la que es imposible hacer que las cosas sean como creemos que deberían.
Sin embargo, las cosas que creemos saber no son más que un conjunto de pre-juicios transmitidos culturalmente. Las certezas de “sentido común” se basan, como todas, en unas premisas que pudieron ser correctas en su momento, pero pueden no ser aplicables a nosotros ahora. De ahí la necesidad urgente de aprender a cuestionarse las cosas por sistema.
Por eso, no hay nada más importante para el ser humano que aprender a cuestionar sistemáticamente la validez de toda idea preconcebida, actitud que Sócrates resumió en aquello de “sólo sé que no se nada”. Una vez libres del peso de las verdades de los demás, nuestra razón puede buscar por si misma su propia verdad, la que es válida para nosotros.
La importancia de la ignorancia en la búsqueda de la verdad
El reconocimiento de nuestra propia ignorancia nos permite hacer preguntas de ignorante, que son precisamente las más importantes para comprender la realidad. Curiosamente, este tipo de preguntas son las que los niños suelen hacer a sus padres cuando aprenden a hablar… ¿por qué? y ¿cómo lo sabes?.
Preguntar es una forma de rebeldía contra la realidad, que nace del inconformismo con la situación actual y nos impulsa a conocer los motivos y las causas que hacen que la realidad en la que vivimos sea esta, y no otra. Es un intento de desvelar el mecanismo de funcionamiento de las cosas que experimentamos, ya sea para predecir su comportamiento o para alterarlo.
Sin embargo, lograr este objetivo requiere que profundicemos hasta alcanzar el motivo original que origina cada fenómeno. Como en todo, hay que tirar del hilo hasta llegar al final, sin conformarnos con falsas respuestas que ocultan las verdaderas causas. Para ello, disponemos de una amplia gama de pronombres interrogativos que nos permiten avanzar hasta nuestro objetivo.
Un forma de hacerlo es mediante un diálogo basado en la pregunta, similar al Método socrático aplicado a conceptos concretos. En él, se cuestiona cada afirmación para destapar las premisas que la sustentan, recabar toda la información complementaria que se omite y/o para obligar al interlocutor a concretar su tesis, a fin de poder evaluar su validez, bondad y veracidad, y conocer las implicaciones que lleva asociada. En ningún momento se debe tomar partido por otras alternativas posibles, ni aceptar el sentido común ni razonamientos circulares como base de legitimación.
Por ejemplo, si alguien afirma que la gestión privada de la sanidad es más beneficiosa que la pública cabría preguntarse, al menos, ¿para quién es más beneficiosa?, ¿por qué se cree que la gestión pública es menos beneficiosa? y ¿cómo siendo privada será más beneficiosa?
Cada respuesta plantea inmediatamente otra pregunta, que nos ayuda a reflexionar sobre cosas que sabemos, pero que probablemente nunca nos hemos planteado o parado a pensar. Aunque es poco probable que alcancemos alguna verdad concluyente mediante este método, el proceso suele abrir la mente de los interlocutores a planteamientos que ponen en duda que las cosas tengan que ser de la manera en las que son.
Este hilo de razonamiento, hablando de temas hipotecarios, podría conducir hasta joyas del pensamiento como “¿Me conviene aceptar un préstamo a tipo de interés variable al 2% cuando la escala va de 0 a infinito?” o, “¿porqué las hipotecas son variables (referenciadas al EURIBOR) si el préstamo se materializa en un momento concreto del tiempo?”… “¿No sería más lógico que la hipoteca fuera de tipo fijo equivalente al EURIBOR del momento en que se prestó el dinero?” o, ya rizando el rizo, “¿porqué la felicidad (e incluso la salud) de mucha gente está referenciada al EURIOBOR?”.
Una vez re-aprendido el hábito de preguntar el por qué de las cosas, es difícil dejarlo, ya que es una gran ayuda en la vida cotidiana. Tarde o temprano se empiezan a hacer preguntas cada vez más inquietantes:
- ¿Por qué la justicia no funciona en España? ¿A quién le interesa? ¿Por qué el gobierno no lo ha arreglado en 30 años?
- ¿Por qué el Banco Central Europeo está inyectando liquidez en los mercados? ¿De dónde sale el dinero y por qué no llega a los mercados? (el EURIBOR sigue subiendo, ¿no?)
- ¿Por qué el gobierno incentiva la ampliación de los plazos de las hipotecas, en vez de regular su duración máxima?
- ¿Por qué en la declaración de la renta hay una casilla para la Iglesia Católica si el Estado es aconfesional?
- ¿Por qué se ha disparado el precio de los alimentos?
Cree a aquellos que buscan la verdad; duda de los que la han encontrado
“Alquilar es tirar el dinero“, dijo el banquero. “La vivienda nunca baja”, dijo el constructor. “La gestión privada es más eficiente“, dijo el empresario. “España es una democracia“, dijo el político. “Informaremos verazmente de lo más importante“, dijo el periodista. A la luz de esta artículo, los axiomas de la sociedad contemporánea toman un nuevo significado.
Mantener la libertad para decidir por uno mismo requiere un esfuerzo consciente para entender las razones que apoyan unas u otras opciones. Frente a quienes repiten como papagayos bien amaestrados las consignas de otros sin entender sus implicaciones, debemos preguntarnos qué intereses se esconden detrás de cada afirmación.
Desafiar desde la ignorancia lo evidente, la verdad aceptada, es una necesidad muy real en las sociedades modernas. Cuando la gente empieza a preguntarse el por qué de las cosas que les afectan, la realidad empieza a transformarse. ¿Por qué será?…